Paúl Chávez

Gracias a ti querido lector y a la gente de Noroeste, celebramos 5 años publicando cada domingo esta columna con más de 265 entregas que mueven a la reflexión y a la sabiduría.

 

¿Qué actitud tienes?

La epidemia de soledad merece retomarse para florecer en las circunstancias donde nos ha puesto la vida o donde elegimos estar, pues se puede vivir solo pero no sin amor ni esperanza, así se marchita la vida. Las formas de soledad van desde lo positivo a lo nocivo sin embargo puede ser fecunda si enfrentamos sus desafíos que traen regalos ocultos consigo.

El mayor problema que vemos es escoger una actitud solitaria estando solos o acompañados, pues hay muchos que viviendo acompañados se sienten solos y hay quienes viven solos y se sienten acompañados. Sin embargo lo trascendente no es tanto estar solos: es perder el sentido y el gusto por la vida.

¿Te aíslas?

Otra actitud hacia la soledad es aislarnos y lo podemos hacer con nosotros mismos en soledad o estando en compañía. El problema de aislarse es levantar un muro al genuino amor a uno mismo y al de los demás, esto duele pues la vida cobra más sentido amando y siendo amados. Una de las causas de la soledad es el egoísmo que no sabe amarse. Otra es el orgullo que cree merecer más o aquél que renuncia al amor por no creer merecerlo. Algunos que prefieren estar solos pagaron con dolor la compañía.

El resentimiento

Hay también una soledad que devasta cuando la persona siente que no le importa a los demás o al sentirse despreciada por los suyos y amigos. Ante tantos divorcios y madres solteras el abandono afectivo crece minando la autoestima provocando resentimientos y enojos solapados. Uno elige su actitud ante la soledad y la compañía, ya sea por amor, por costumbre o por tirar la toalla ante una adversidad que no termina de asimilarse.

La soledad fecunda

Un duro tri-lema

¿Qué es más insoportable: la pérdida del amado, encontrarse solo, o no sentirse amado? El dolor crece cuando las 3 convergen. No asimilarlo duele más. Esta realidad puede quebrarnos si no abrazamos y cargamos la cruz por amor, nadie abraza el dolor para sufrir. El dolor siempre trae un regalo, al descubrirlo duele menos porque cobra sentido, la mente no puede aceptar lo absurdo por más razones que le den, se complace descubriendo un bien mayor.

Dar consuelo

Aquél viejo galeno afligido, al preguntarle cómo se sentiría su esposa si él hubiese muerto primero respondió, “oh, ella hubiese sufrido bastante” –“Ya lo ve doctor, Ud. le está ahorrando a ella ese sufrimiento” ¡y se le iluminó su rostro! Ese interlocutor conocía el sufrimiento intenso: era Viktor Frankl que gracias a su actitud le encontró sentido a los campos de concentración nazis donde murió su esposa. No podemos cambiar la realidad pero si nuestra actitud.

La Madre Teresa le transmitía consuelo y cariño a esa pobre madre abandonada en un basurero por sus hijos por su lepra, ésta muy sorprendida recibía ese amor muriendo con una sonrisa de beatitud. ¿De dónde le venía esta profunda y transformadora empatía? Ella se identificaba con la Pasión de su Señor y veía su rostro en los demás. Quienes comprenden el significado salvador del dolor lo trascienden, más quienes alivian el dolor de otros, pues un abrazo oportuno salva vidas y recobra al ser querido más que mil palabras.

¿Te sientes querido?

La vida ni uno mismo pueden comprenderse si uno no se siente querido. Para despertar el amor dormido o resentido es menester sentirse querido, necesitamos a los demás para detonar el amor en uno. Hay una autosuficiencia afectiva mal entendida, depender del afecto no es malo, como no es bueno solo darlo ni permitir recibirlo.

Pero ¿por qué ante parecidas experiencias unos cultivan la carencia, hasta sentirse miserables y otros son generosos aun con sus limitaciones? Unos siempre piden y otros prefieren dar. ¿Acaso la soledad y las carencias lo acentúan o es la actitud? Víctor Hugo nos relata la transformación de Jean Valjean de miserable a magnánimo; Jean toma conciencia de su corazón miserable al robarle a un muchacho lo poco que traía a pesar de recién ser perdonado magnánimamente por el obispo y evitarle su regreso a la cárcel.

La soledad tacaña y egoísta de Mr. Scrooge, el personaje de Charles Dickens camino a una amarga muerte solitaria, despierta y cambia su actitud y el prestamista odiado ahora es amable y generoso.

La indiferencia

Esta es insoportable, por eso dicen que la solterona prefiere ser maltratada a ser abandonada. ¿No será el maltrato en las familias un reclamo por no sentirse querido? Los hijos a veces se portan mal y se dañan a sí mismos para reclamar atención y cariño. También dos conocidos íntimos pueden volverse extraños. La soledad que mata el amor propio es tan nociva como la compañía que devasta gradualmente al otro.

Fecundidad

“Cocinar” algo para los demás hace fecunda la soledad, crear, pintar, escribir, componer, requieren soledad pero es la más acompañada al publicarse. Beethoven vivía solo pero Viena acudió conmovida a su funeral. En realidad sentirse amado es sentirse acompañado… y eso depende más de uno mismo que de las circunstancias.

La peor soledad es la ausencia de uno mismo, no tanto del otro, al decidir reencontrarte hallarás un amor que no querrás soltar, y eso no es idolatría: es una autoestima abierta a la vida y a los demás.

Saint Exupéry en su “Vuelo Nocturno” resaltó “obramos, actuamos, como si algo sobrepasase en valor a la vida humana, como si el hombre no hallara la finalidad en sí mismo, sino en la entrega a algo superior que lo nutre y plenifica”. La compañía como la soledad nos permiten encontrarle sentido a la vida, independientemente de la dureza o bondad de las circunstancias.

El problema no es tanto la soledad, es entregarnos a algo superior que nos trascienda.

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