No entendemos que no entendemos…

La educación es la opción

Juan Alfonso Mejia

Hace quince días retomé mis clases en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), como lo vengo haciendo semestres atrás. Platicar con los jóvenes siempre es desafiante, no es sencillo mantener su atención ni sostener un diálogo con ellos. Los formatos escolares habituales hacen de “la clase”, hasta cierto punto, una extensión de la estructura social afuera de la academia. La jerarquía determina el tono de la voz y la mirada la audacia para ver quién se atreve a levantar la mano, en este terreno los mayores mandamos y los jóvenes obedecen. Nada más alejado de la realidad.

 

Le pedí a los jóvenes asistir a una discusión, en la que la única barrera es el argumento. El diálogo es la materia prima más sustantiva y el aula un laboratorio social. El ejercicio consiste en caminar juntos unos meses más, antes del ansiado “papelito” con miras a la “graduación”. Tenemos un programa, “los conflictos internacionales”, del cual nos servimos como excusa para terminar de afinar habilidades con miras al mundo exterior. Nadie puede renunciar a “pensar”, mientras “la obediencia” como un fin en sí mismo es otra manera de abdicar. No se vale.

 

“No se vale”, así les dije; pero, no estoy seguro de haberme hecho entender. Me sorprendí tanto como ellos lo harían después, cuando me percaté de la poca consciencia que tienen de lo mucho que ya han logrado.

 

En México, les compartí, de 100 niños o niñas que entran a primaria, sólo 2 lograrán llegar a la Universidad. Ustedes ya llegaron y están a punto de formar parte de ese grupo selecto que logra un título universitario. ¡No es menor! No perdamos de vista nunca eso.

 

Sin embargo, debo confesarles, la partida no está aún ganada. En nuestro país, de los jóvenes graduados con un título de educación superior, 21% de ellos no logra nunca salir de la pobreza.

 

Algunos especialistas sugieren que los títulos universitarios están devaluados. Pero, no existe evidencia de que los nuevos profesionistas mexicanos tengan títulos de menor calidad, o que exista alguna “degradación” de los estudiantes universitarios. “Si así fuera, solo se vería una caída en los salarios de los egresados nuevos, no de los viejos.”[1]

 

No, el problema es mucho más grave. En el México de hoy, un profesionista gana 27% menos que hace 15 años, al tiempo que 2 de cada 5 personas que trabajan tiempo completo no tienen un sueldo que les permita satisfacer las necesidades básicas de su familia. Es decir, no sólo se trata de un tema de crecimiento económico insuficiente (menos de 2%) o de una alta concentración de la riqueza (59% en manos de 10% de mexicanos), sino del resquebrajamiento de un viejo mito, en el que si estudias tendrás una vida mejor. La clase media mexicana vulnerada en el corazón de su sueño.

 

En este mismo espacio expresé con resignación, incredulidad, pero, sobre todo, incomprensión la falta de interés de los mexicanos por la educación; apenas 5% lo considera un problema que afecta al país y 1.7% cree le aqueja de manera personal. Un gran amigo, versado en este asunto de las encuestas, me ayudó a interpretarlo de manera más generosa: “si les interesa, pero antes tienen que atender otros temas como la seguridad, la economía y la corrupción”.

 

No le falta razón al especialista. No obstante, en México la clase media es mucho más amplia que 5% de la población. Es decir, por lo menos 80 millones de mexicanos resolvemos “con mucho esfuerzo” la comida, el vestido, el techo, la salud, la colegiatura y otras cuestiones de gran importancia para nuestra cotidianidad, ¿por qué no le damos importancia, en los hechos, a eso que llamamos “su mejor herencia”?

 

La educación siempre está en busca de aliados. Tiene mucho de donde escoger, si y sólo si, logramos comunicar el vínculo existente entre la falta de oportunidades y otras agendas de mayor interés, donde la escuela está directamente involucrada.

 

  1. Inequidad de oportunidades y crecimiento económico. Aquellos interesados en la generación de riqueza, la misma que crea empleos, como genera productividad y valor a los productos del tamaño de un mercado. Todos ellos deben saber que la economía mexicana deja de crecer 1.7% anual tan sólo porque existe un groso de la población que ve mermada su salud a edades tempranas y trunca su escolaridad. Es decir, en diez años representa un costo de oportunidad de 19% menor al de su verdadero potencial[2].

 

Ahora imaginemos este escenario en el marco de la pandemia, en el que se estima una pérdida de dos a tres grados escolares. La OCDE estima que en los próximos 80 años esto le podría costar a México un monto acumulado de hasta 136% del PIB de 2019. A cifras actuales, ello representaría algo así como 178 mil millones de pesos por año, casi lo que dicen costará el Tren Maya (200 mmdp).

 

Aquí encuentro quién debería interesarse por la recuperación de los aprendizajes de las y los niños en México.

 

  1. Inequidad de oportunidades y democracia. La esencia de la democracia radica en igual capacidad de influencia en la toma de decisiones. Cuando esto no sucede y se margina a un sector de la población, se genera caldo de cultivo para los populismos. La marginación política de millones de habitantes termina por no hacerles sentido y los expulsa de los procesos institucionales.

 

De acuerdo con Latinobarómetro, el aprecio por la democracia en México ha caído 18.1% en tan sólo 20 años, de 65.3% a 47.2%, menos de la mitad de la población. El desapego democrático coincide con que 63.4% de la población considera sus derechos o libertades  están poco o nada garantizados.

 

Esto nos da una ida sobre la ola de populismos vigentes en el mundo, y nos da certezas en el caso mexicano.

 

  1. Inequidad y valores. Recientemente leí un artículo de Jorge Castañeda en el que reflexionaba sobre “el resentimiento, la pasividad, el individualismo exacerbado, la incultura política, la inexperiencia democrática de los mexicanos”[3]. Dice que nunca ningún presidente apeló a “lo peor de la sociedad mexicana”, como el actual presidente. Hace referencia a una encuesta divulgada por la organización Impunidad Cero, presidida por Federico Reyes Heroles.

 

Más allá de la formidable lectura de Castañeda, lo cierto es que el (re) sentimiento existe y está anclado en gran parte de la población. Cuando le preguntan a los encuestados si “está de acuerdo con que las personas acusadas de cometer un delito deban permanecer en prisión en lo que se averigua si cometieron el delito por el que se les acusa”, 3 de cada 4 mexicanos respondió que sí.

 

Si tan sólo supieran que 70% de la población carcelaria tiene educación básica, quizás lo pensaríamos un poco más, los números indican que es una suerte de “boomerang”.

 

Quizás no logro llamar tu atención para que voltees a ver la escuela por las razones correctas, el interés superior de la niñez y de la juventud. Entonces, empecemos a pensarla cómo nos afecta desde a lo que a ti te interesa. Al final de cuentas, todos los caminos llevan a la escuela.

 

Que así sea.

juanalfonso@uas.edu.mx

Twitter: @juanalfonsoML

IG: juanalfonsomejia

FB: juanalfonsomejia.mx

Leave a reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *