DE FRENTE Y DE PERFIL

RAMÓN ZURITA SAHAGÚN

 

México siempre ha sido un país en que sus habitantes se lamentan de muchas cosas, aduciendo mala suerte o buscando responsables de los errores que se cometen.

El ya casi se mezcla con situaciones de infortunio, para deslindarse de las causas reales del evento. Fue casualidad, le faltó poquito. Fueron otros factores, no le dieron el tiempo necesario para actuar. Ves, te dije que no iba a poder. Ya tiene un mes y no ha hecho todo lo que prometió.

Los mexicanos somos un pueblo con grandes ilusiones y muchas decepciones que, simplemente, las remediamos con exabruptos y maldiciones.

Desde siempre hemos acumulado resabios y hasta rencores por no salir las cosas como una gran parte de la población espera.

La selección mexicana de fútbol es un claro ejemplo de la frustración que cada cuatro años levanta esperanzas y en poco rato se sufre la decepción.

Apostamos por héroes de barro y de agua que se escurren pronto entre las manos. Pocos son los personajes que se salvan de esas debacles y que son, precisamente, los que hacen mantener la fe a la población.

Pocas son las oportunidades que le dan a la población de mantener la confianza y, sin embargo, el pueblo se encuentra firme, estoico y leal a sus propósitos creyentes.

En los tiempos recientes, los mexicanos no hemos encontrado esa figura que nos represente, por lo que nos hacemos devotos de aquel que nos ofrezca algo distinto de lo común.

Así en la política como en el deporte o el espectáculo, mantenemos firmeza en personajes que con el paso del tiempo comienzan a desdibujarse.

Disculpamos todo, con tal de aferrarnos a esa ilusión que nunca se concreta y exigimos de más a personajes que creemos tienen la obligación de concretar nuestros sueños y no los de ellos.

El sábado uno de esos héroes que venimos construyendo, a través de las historias que nos venden, fracasó en su segundo intento por concretar un propósito. Ganar el primer lugar de la carrera de Fórmula 1 de México.

La razón aducida del fracaso es remitir al auto que conduce como el responsable del error. La vez pasada fue que alguien se le atravesó y chocó.

Sin embargo, a Sergio “Checo” Pérez hay que verlo como un buen piloto, pero no el mejor. El año pasado le fue bien. En esta ocasión no necesariamente le tenía que ir mejor. Hay 20 conductores con las mismas, mayores o menores habilidades que el piloto mexicano y todo compiten en igualdad de circunstancias. Unos ganan y otros pierden, aunque hay pilotos que, por eso, resaltan más y son los que se convierten en leyendas mundiales.

Sergio Pérez no es de esos, pero para la medianía y pocos apoyos que se da a este deporte de alta velocidad sobresale, ya que hasta la fecha no hay uno que lo supere a nivel nacional en esta especialidad.

Pilotos mexicanos en altas competencias no ha habido muchos, Pedro y Ricardo Rodríguez, Moisés Solana, Héctor Alonso Rebaque, Adrián Fernández y tal vez uno o dos más.

“Checo” no obtuvo la revancha que decían los publicistas tendría ante sus paisanos, pero tampoco es cuestión de menospreciarlo.

De lo que se debe tener consciencia es que no se deben construir héroes que se nos escurren entre los dedos ni en el deporte, tampoco en lo político ni en el espectáculo, hay que ver a los hombres y mujeres como lo que somos humanos con defectos, fallas y logros.

Email: ramonzurita44@hotmail.com

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