LOS OTROS DATOS
CHISPAZO
Felipe Guerrero Bojórquez
La estadística es fría y el dato duro es la síntesis de hechos que, llevados al terreno de la violencia, conducen a imaginar lo terrible; pero la realidad es aún más cruda porque se trata de enfrentar, de experimentar sin matices, una tragedia como la que día a día padece Sinaloa.
Solo en la parte cuantitativa del drama, la que acaba de pasar fue la semana más violenta del año en Sinaloa con 73 asesinatos; junio terminó con 204 personas ejecutadas y, el día último de ese mismo mes, fueron ultimadas 30 personas, 20 de ellas masacradas, entre las cuales se localizaron cuatro hombres decapitados y colgados de los pies en el barandal de un puente. Ni en la guerra entre Ucrania y Rusia o entre Israel e Irán se ha presentado este cuadro de terror.
Sinaloa vive la peor de las barbaries en su historia violenta. Desde que estalló la guerra hace ya diez meses entre las dos facciones del cartel de Sinaloa, no solo no habido poder humano que la pare, sino que cada vez se torna más violenta, más sistemática, más estratégica y, por lo mismo, las partes en pugna han evidenciado la debilidad del Estado mexicano de frente a ellos. Y no por falta de armas y de hombres, sino además porque ésta confrontación ha dejado claro la amalgama de intereses entre las estructuras oficiales y las del crimen organizado.
Las fuerzas federales, ya lo dijo el viernes pasado, de manera muy clara, la presidente Claudia Sheinbaum, no son enviadas a Sinaloa precisamente a combatir a los criminales, sino “para proteger a las y a los sinaloenses”. Y luego agregó que en el estado “se está haciendo un trabajo especial”.
¿Protegerlos? ¿Trabajo especial? Vale preguntar: ¿Cuando, cómo, a qué horas y con quién, para quién o contra quién?.
Claro, esa es la realidad del gobierno, sus otros datos, la estadística que matiza o a duras penas reconoce, ajena completamente a la manera de existir, de convivir, del día a día de los sinaloenses, particularmente de la gente de Culiacán. Apenas en la mente y el corazón mezquino de los altos funcionarios la violencia “va disminuyendo”, al igual que en la pluma de sus voceros y la indignidad de sus correligionarios.
Una vez más se comprueba que todos los y las mandatarias del país son iguales, aunque digan lo contrario. El poder los hace y su investidura los atrapa en la burbuja de los elegidos. Por más que digan que son del pueblo y para el pueblo, terminan atrapados por la red de intrigas y mentiras de sus funcionarios, gobernadores, legisladores, que le informan lo que les conviene y le ocultan lo que no quieren que sepa. Pruebas sobran. Por supuesto, sobre todo en MORENA, prefieren tapar la corrupción, proteger a los ineptos y purificar a los corruptos, antes de aceptar que “en el movimiento” hay deshonestidad, incapacidad y falta de transparencia. Como dicen en el rancho: Para eso me gustaban.
¿Sabe realmente Claudia Sheinbaum lo que ocurre en Sinaloa? Si lo supiera quizá no se arriesgara tanto a meter las manos a la lumbre por sus gobernantes. Y si lo sabe y no actúa, entonces las esperanzas de la gente para salir del infierno se acortan.
¿Deveras, cree que a Sinaloa llegaron empresarios a puños a realizar inversiones “históricas”, cuando la economía se está cayendo a pedazos; cuando no hay obra pública significativa; cuando más de mil negocios han cerrado, cuando muchos inversionistas locales han dejado al estado; cuando cientos de familias han huido de Culiacán; cuando al caer la noche las familias se encierran en sus casas rezando y pidiendo a Dios que no haya más muertos, más secuestros, más asaltos, más robos y despidos; cuando se han esfumado 20 mil empleos y hay pérdidas por más de 25 mil millones de pesos? ¿Deveras presidenta usted no tiene estos datos? ¿No sabe sobre la tremenda crisis en la agricultura, la ganadería, la pesca, el turismo y el comercio? O tiene otros datos. Con todo respeto, pero pregúntele a Jesús, su esposo; él, como buen sinaloense, es amigo de muchos empresarios en el estado y de no pocos líderes sociales. Él sabe, como todos aquí en Sinaloa, que las cifras oficiales sobre inversiones “históricas” son parte de la propaganda y que, por lo mismo, no encajan con el drama económico y social que vive Sinaloa. Y con la desgracia de habernos convertido en el estado más violento del país.