Marchas en Sinaloa, el único recurso para exigir que se busque a los desaparecidos
En medio de una violencia creciente desde septiembre de 2024, las familias en Sinaloa recurren a las marchas como único recurso para visibilizar las desapariciones y presionar a las autoridades, que emiten declaraciones sin acciones concretas para localizar a sus seres queridos.
Dheyna Brito
El lunes 18 de mayo, Culiacán volvió a ser escenario de este grito colectivo. Familiares y amigos marcharon de la Catedral a la Fiscalía General del Estado para exigir la localización de seis jóvenes: Addiel Gerardo Galindo Zavala, Paúl Leonel Jacobo Benítez, José Isaías Ibarra, David Antonio Ruelas Pérez, Ramsés Bastidas Arreola y Ricardo Lechuga Verdugo. Entre ellos, dos aspiraban a ser pilotos, pero sus sueños quedaron en suspenso, atrapados en la violencia.
En Sinaloa, las marchas son la única herramienta que tienen las familias para exigir justicia. Desde que inició la guerra interna del Cártel de Sinaloa, el 9 de septiembre de 2024, la violencia no solo desaparece jóvenes hombres, también mujeres, niñas y niños, quebrando la paz de muchas familias. El gobierno suele emitir declaraciones públicas tras las marchas, pero en la práctica no hace nada para buscar y encontrar a los desaparecidos. Frente a la omisión de las autoridades, las familias han encontrado en la protesta en las calles el único mecanismo para exigir justicia y la localización de sus seres queridos.
Bella Pulido, madre buscadora e integrante de Madres en Lucha por tu Regreso a Casa y Grecia, madre de Ramsés Bastidas Arreola, en entrevista para el Sol de Sinaloa, recuerdan que la organización para estas protestas surgió de la necesidad de unirse ante la indiferencia oficial. Sobre esto Bella Pulido menciona que “Marchar es la única forma que tenemos para mantener viva la esperanza y exigir justicia“. Grecia por su parte recuerda cómo las primeras marchas surgieron de la solidaridad espontánea entre amigos, familiares y otras buscadoras: “Nosotros comenzamos a compartir fichas de búsqueda, a convocar a familiares y amigos, porque no había otra opción, nadie nos ayudaba”.
La desaparición de Ramsés: un relato de angustia y esperanza
Ramsés Bastidas Arreola tiene 16 años. El día que desapareció, salió con su amigo Ricardo Lechuga Verdugo a hacer un mandado en Aguaruto. La mañana del 18 de mayo, alrededor de las 11:40, se despidió de su madre, Grecia, “como siempre”.
Durante la tarde, Ramsés no respondió a sus mensajes ni llamadas. La preocupación aumentó cuando el joven no regresó a casa ni dio señales de vida.
Vecinos indicaron haber visto a Ramsés ese día, vestido con ropa limpia y bien planchada, hablando por teléfono. Sin embargo, la versión de la familia cambia cuando policías llegaron y se llevaron a los jóvenes esposados en una patrulla.

/ Foto: Iván Medina / El Sol de Sinaloa
Grecia también recibió mensajes amenazantes y una videollamada de quienes decían tenerlo retenido. Durante la llamada, le advirtieron que trabajaban para “la maña“ y que tenían a su hijo amarrado.
La madre asegura que pidió ayuda económica para salvar a su hijo, aunque no tenía recursos. Así me la pasé, hasta que ya no contestaron.
La lucha colectiva entre la desconfianza y la necesidad de ser escuchadas
Las madres buscadoras enfrentan un camino lleno de obstáculos: por un lado, la necesidad de organizarse en colectivos para alzar la voz y exigir justicia; por otro, la desconfianza que sienten hacia las instituciones gubernamentales como la FGE por experiencias pasadas, malos tratos o falta de apoyo.
Sobre esto Grecia comenta: “Salimos a marchar por Ramsés porque queríamos que la gente supiera lo que nos estaba pasando. Nadie nos ayudaba, ni la Fiscalía ni nadie.”

/ Foto: Iván Medina / El Sol de Sinaloa
Bella denuncia que la Fiscalía atiende solo a ciertos número de integrantes de las marchas, excluyendo a muchas familias. Las quejas hacia la Fiscalía, que han sido presentadas ante Derechos Humanos, reflejan la frustración de quienes sienten que la institucionalidad falla.
Sin embargo, la desesperanza persiste debido a la falta de apoyo institucional. Grecia señala que “la Fiscalía solo reacciona cuando la presión social es fuerte, pero en el día a día nos enfrentamos al vacío y a la falta de respuestas“. La tristeza es constante.
¿Colectivos unidos?
Bella Pulido expone otra cara: la desconfianza de algunas familias hacia los colectivos, el temor de ser ignoradas o maltratadas por las autoridades, y el constante esfuerzo por coordinarse entre ellas para exigir atención, incluso enfrentando a la propia Fiscalía.
“A veces ni entre las mismas madres nos apoyamos, hay mucha desconfianza, mucho miedo. La Fiscalía no te escucha, y cuando vas sola es peor.”
Subraya las fracturas y la desconfianza que existen incluso entre las mismas familias afectadas. “Aunque la unión en los colectivos es fundamental, muchas veces las familias temen o dudan de otros grupos, y eso dificulta la coordinación y el apoyo mutuo“, explica.

/ Foto: Iván Medina / El Sol de Sinaloa
Ambas voces coinciden en la desesperación, en la falta de resultados y en la urgencia de encontrar a sus hijos, sin importar culpables, sino solo el regreso seguro de sus seres queridos. Como resume Grecia: “A mí no me importa quién se lo llevó, lo que quiero es que me lo regresen.”
Estamos perdiendo a los jóvenes de Sinaloa. Las calles se llenan de pancartas, de fotografías que claman “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. No es la primera vez: ya se han marchado por los niños asesinados, por las mujeres violentadas, por la paz que no llega.
Con informació de El Sol de Sinaloa