“El futuro no es un lugar al que vayamos, sino uno que creamos.”
Antoine de Saint-Exupéry
Jesús Octavio Milán Gil 
Desde que comencé a interesarme por los temas energéticos y ambientales, he sentido una profunda admiración por México, un país lleno de potencial y desafíos en su transición hacia un modelo energético más sostenible. La historia de México en materia de energías renovables es, sin duda, una narrativa de esfuerzos, obstáculos y aprendizajes, que reflejan el compromiso de un país que busca equilibrar su crecimiento económico con la protección de su medio ambiente.
Uno de los aspectos que más me preocupa y a la vez me motiva es cómo México puede ampliar su infraestructura de energía solar y eólica. El camino no ha sido sencillo: inseguridad jurídica, intereses económicos tradicionales que prefieren mantener el statu quo, y una infraestructura de transmisión que requiere mejoras significativas, han sido obstáculos constantes. Sin embargo, he visto con esperanza que el gobierno mexicano está tomando medidas concretas, implementando reformas regulatorias y creando incentivos para facilitar la inversión en energías limpias. La coordinación entre instituciones públicas y el sector privado, algo fundamental, está en marcha, y la mejora en la infraestructura de transmisión parece ser una prioridad para integrar de manera eficiente estas energías en la red nacional.
Otra dimensión que me resulta crucial es la lucha de México por reducir su dependencia de los combustibles fósiles. El país ha establecido metas ambiciosas bajo el Acuerdo de París, comprometiéndose a disminuir sus emisiones en un 22% para 2030. La apuesta por las energías renovables, sobre todo en solar y eólica, junto con programas de eficiencia energética, evidencia un compromiso real. A pesar de ello, sé que México aún debe fortalecer sus instituciones y mantener políticas coherentes y sostenibles a largo plazo para cumplir esas metas. La transición no solo es una cuestión de tecnología, sino también de voluntad política y compromiso institucional.
Me llama la atención cómo México está promoviendo la participación de las comunidades locales y las pequeñas empresas en esta transformación energética. La generación distribuida, los proyectos solares en comunidades rurales y programas como “Energía Social” muestran un esfuerzo por empoderar a las comunidades, reducir costos y promover un acceso más justo a la energía. Sin embargo, también entiendo que aún hay mucho por hacer: garantizar financiamiento accesible, capacitación técnica y marcos regulatorios que faciliten la participación de todos, especialmente en zonas marginadas, es un desafío pendiente. La energía no debe ser solo un bien comercial, sino un derecho para todos.
En este contexto, las energías renovables juegan un papel estratégico en garantizar el acceso universal, especialmente en zonas rurales y marginadas. He visto proyectos piloto y alianzas público-privadas que buscan electrificar comunidades aisladas con soluciones solares sostenibles. La generación distribuida y las microredes solares pueden ser la clave para que muchas comunidades tengan acceso confiable a la electricidad, algo fundamental para mejorar su calidad de vida, su educación y su desarrollo económico. Sin embargo, la inversión y una planificación a largo plazo son esenciales para que estas soluciones lleguen a todos los rincones del país.
En cuanto a las inversiones, México ha mostrado un gran interés en energías renovables. Empresas nacionales e internacionales han invertido en parques eólicos en Oaxaca, Tamaulipas y Baja California, y en parques solares en Sonora y Puebla. La inversión total supera los 10 mil millones de dólares en los últimos años, lo cual considero un paso positivo. A corto plazo, la prioridad es consolidar estos proyectos y mejorar la infraestructura de transmisión, pero a largo plazo, la visión debe ser diversificar aún más la matriz energética, promover innovación tecnológica y atraer mayor inversión mediante políticas estables y atractivas.
Pero, más allá de las cifras y proyectos, me preocupa cómo México puede equilibrar el crecimiento económico con la protección del medio ambiente. La transición energética puede ser una oportunidad para generar empleos, fortalecer capacidades locales y promover innovación, siempre que se implemente de manera inclusiva y responsable. La creación de parques eólicos y solares no solo genera empleos durante su construcción, sino que también puede convertirse en un motor de desarrollo social y tecnológico. La clave está en que ese crecimiento sea sostenible, con políticas que aseguren una distribución equitativa de los beneficios y la protección de nuestro entorno natural.
Las nuevas tecnologías, como el almacenamiento de energía y las redes inteligentes, son para mí una esperanza concreta para resolver uno de los mayores retos de las energías renovables: su intermitencia. La posibilidad de almacenar excedentes y distribuir energía de manera eficiente hará que nuestro sistema sea más resiliente y confiable. He seguido con interés algunos proyectos piloto en estos ámbitos, y creo que su adopción masiva será la piedra angular para una matriz energética más sostenible y confiable en México.
Una de las lecciones más valiosas que México ha aprendido de otros países, como Alemania, Dinamarca o Australia, es la importancia de políticas de largo plazo, inversión en infraestructura, regulación favorable y participación social. La experiencia internacional nos muestra que no basta con tener buena tecnología; es fundamental crear un entorno legal y económico que incentive y proteja las inversiones. México, con su riqueza cultural y su diversidad, tiene todo para adaptar esas buenas prácticas a su realidad, fomentando alianzas internacionales y promoviendo una participación activa de la ciudadanía.
Finalmente, creo que el mensaje que México debe enviar a la comunidad internacional es claro y firme: estamos comprometidos con la lucha contra el cambio climático. La transición hacia energías limpias no es solo una responsabilidad del gobierno, sino un esfuerzo conjunto que requiere cooperación, innovación y voluntad política. México invita a todos a sumarse a este esfuerzo global, compartiendo conocimientos y promoviendo inversiones sostenibles. Solo con unidad, esfuerzo conjunto y una visión de futuro podremos revertir los daños, proteger nuestro planeta y garantizar un mundo más justo y sustentable para las generaciones venideras.
“El conocimiento no termina aquí, continúa en cada lectura” Nos vemos en la siguiente columna.
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