México redefine su evaluación social: el fin del Coneval y el nacimiento de una nueva era.
Jesús Octavio Milán Gil
En un momento crucial para la política social de México, el Senado ha tomado una decisión que marcará un antes y un después: la desaparición del Coneval y la transferencia de sus funciones al INEGI. Un paso que, si bien busca fortalecer la eficiencia y la coordinación, también despierta dudas y preocupaciones profundas sobre la transparencia y la justicia social en nuestro país.
Desde 2005, el Coneval ha sido un faro que ilumina las sombras de la pobreza en México. Su labor, rigurosa y constante, nos ha permitido mirar de frente una realidad que muchos prefieren esconder: la desigualdad persistente, las vidas truncadas por la falta de recursos básicos, los sueños que se apagan en silencio. Porque detrás de cada porcentaje, hay historias humanas que claman por justicia, por atención, por un cambio real.
En 2022, más de 55 millones de mexicanos vivían en pobreza; casi 10 millones enfrentaban la pobreza extrema, en condiciones que en muchas comunidades parecen inhumanas: sin comida, sin salud, sin esperanza. Estas cifras duelen, pero aún más duele saber que cada número representa una vida, una familia, un sueño que se desvanece en la penumbra de la desigualdad.
En Sinaloa, la historia no es diferente. La pobreza afecta a más del 40% de la población, y en cada rincón rural, en cada calle marginada, hay historias de lucha y sacrificio. Familias que sobreviven en condiciones precarias, niños que no tienen acceso a una educación digna, adultos que trabajan sin derechos, sin protección social. La desigualdad aquí se siente en cada esquina, en cada mirada cansada que refleja la lucha diaria por sobrevivir.
Y la pandemia del COVID-19 vino a agravar aún más esa realidad. Millones de mexicanos vieron cómo sus ingresos se desplomaron, sus esperanzas se desvanecían y la incertidumbre se instalaba en sus hogares. La pobreza dejó de ser solo un número para convertirse en una tragedia cotidiana, en un grito silenciado que exige ser escuchado.
Pero, más allá de las cifras, hay vidas, historias de resistencia y de lucha que merecen ser reconocidas y atendidas. La medición social no es solo un ejercicio estadístico; es un acto de justicia, un acto de amor hacia quienes menos tienen y más sufren. Nos invita a no cerrar los ojos, a no permitir que las cifras nos cieguen ante la cruda realidad que enfrentan millones de mexicanos.
Mientras algunos celebran avances, millones permanecen en la sombra, atrapados en la pobreza y la desigualdad. Esa sombra, si no la enfrentamos con valentía y compromiso, terminará por consumimos a todos. La desigualdad no es solo una herida social; es un llamado urgente a actuar, a transformar nuestras políticas y nuestra empatía en acciones concretas.
El fin del Coneval y la centralización en el INEGI plantean un reto: ¿seremos capaces de mantener la misma rigurosidad, transparencia y sensibilidad social en esta nueva etapa? La historia nos juzgará por cómo utilizamos los datos, por cómo traducimos esa información en políticas que realmente cambien vidas.
Porque al final, la verdadera medida del progreso de un país no está en sus cifras económicas, sino en la dignidad y el bienestar de su gente. Esa es la esencia de la justicia social: que nadie quede atrás, que cada niño tenga una oportunidad, que cada adulto mayor reciba atención, que cada familia pueda vivir con dignidad.
En la lucha contra la pobreza y la desigualdad, no basta con mirar los números desde lejos. Es necesario mirar a los ojos de quienes los representan, escuchar sus historias y actuar con corazón y justicia. Solo así podremos convertir esas cifras en una realidad diferente, en un México donde la justicia social deje de ser un sueño lejano y se convierta en una misión compartida.
El conocimiento y la evaluación social no terminan aquí. Continúan en cada lectura, en cada acción, en cada decisión que tomemos como nación. Porque el verdadero progreso de un país se mide en la dignidad y bienestar de su gente.
Nos vemos en la siguiente columna, con la esperanza de que juntos podamos construir un México más justo, más humano y más solidario