MÉXICO: SEMBRAR O MORIR
¿Podrá México alimentar su futuro antes de que el clima lo devore?
Jesus Octavio Milán Gil
Cuando la tierra enferma, el hambre se vuelve su idioma.
I. El campo en alerta roja
México enfrenta una encrucijada que define no sólo su presente, sino su destino: ¿podrá alimentar a su población antes de que la crisis climática y la pérdida de biodiversidad nos dejen sin suelo fértil? El reloj ecológico corre más rápido que el político. De acuerdo con la FAO (2025), el 48% del territorio agrícola mexicano sufre degradación severa por erosión, salinización y sobreexplotación de acuíferos. La sequía estructural que azota desde Sonora hasta Chiapas ha reducido en más de 30% la disponibilidad de agua dulce por habitante en los últimos veinte años.
Los datos del INEGI revelan que el 55% de las comunidades rurales vive en pobreza multidimensional, y que siete de cada diez agricultores pequeños no cuentan con acceso a créditos, tecnología o capacitación técnica. No es sólo una crisis ambiental; es una fractura civilizatoria.
II. El espejismo de la abundancia
México produce alimentos suficientes para exportar aguacates, cerveza, berries y carne, pero importa más del 40% del maíz amarillo, el 80% del arroz y la mitad del trigo que consume. Somos un país agrícola sin soberanía alimentaria.
Mientras el clima cambia, el sistema agroindustrial insiste en repetir los errores del siglo XX: monocultivos intensivos, fertilizantes químicos, deforestación y sobreuso de agua. En nombre del progreso, agotamos la raíz de la vida.
El calentamiento global ya no es una amenaza lejana. En 2025, la temperatura promedio en regiones agrícolas clave como Sinaloa, Guanajuato y Veracruz ha aumentado entre 1.8 y 2.2 °C, reduciendo rendimientos hasta en 25% en cultivos de temporal. La paradoja es brutal: producimos más con menos suelo y más riesgo.
III. Ciencia, cooperación y sabiduría
Pero no todo está perdido. La esperanza germina donde la ciencia se encuentra con la sabiduría de los pueblos. Experiencias de agroecología en Oaxaca, Sonora y Sinaloa demuestran que es posible restaurar suelos, recuperar semillas nativas y reducir hasta 60% el uso de agua mediante tecnologías sostenibles y saberes campesinos.
El futuro del campo mexicano exige un nuevo pacto agroalimentario, sustentado en tres ejes:
– Transición ecológica y tecnológica: invertir al menos el 1% del PIB en innovación agroambiental, energías limpias y gestión hídrica.
– Política alimentaria con justicia social: garantizar precios de garantía, redes de abasto local y seguridad nutricional en zonas marginadas.
– Educación científica rural: formar técnicos, ingenieros y campesinos en agricultura regenerativa, biotecnología sostenible y manejo climático.
IV. De la retórica a la raíz
En el Primer Foro Parlamento Iberoamericano y Caribeño por la Seguridad Alimentaria, Laura Itzel Castillo Juárez, presidenta del Senado de la República, reconoció la urgencia de recuperar los sistemas agrícolas tradicionales como base para un modelo más justo y sostenible. Tenía razón: enfrentamos desafíos profundos —la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la desigualdad rural—, pero también una oportunidad histórica para reenraizar la producción en la sabiduría de los pueblos. Sin embargo, la transformación no nacerá del discurso, sino de la tierra. No habrá soberanía ni futuro alimentario si seguimos sembrando políticas de corto plazo en un campo que exige ciencia, cooperación y raíces
La ciencia debe dialogar con la tierra y no con los despachos; la cooperación debe sustituir la competencia, y la sabiduría de los pueblos debe ser el mapa, no el adorno.
Si en 2025 aún nos preguntamos si México podrá alimentar su futuro, es porque seguimos creyendo que el progreso se mide en toneladas y no en nutrientes, que el desarrollo se construye con cemento y no con raíces.
Colofón
El verdadero campo del siglo XXI no será el que siembra más, sino el que aprenda a regenerar lo que el clima ha herido. Porque sólo quien entiende que la tierra no es un recurso, sino una madre exhausta, puede volver a sembrar esperanza.
El saber no descansa, la lectura provoca y el pensamiento sigue. Nos vemos en la siguiente columna.

