A pesar del despliegue militar, los homicidios en Sinaloa alcanzaron cifras históricas en 2025 y los colectivos reportan miles de desaparecidos; analistas advierten que la estrategia no ha dado resultados y la población sigue atrapada entre violencia y opacidad institucional

Dheyna Brito / El Sol de Sinaloa

Culiacán, Sin. – Se cumple un año del llamado “Culiacanazo eterno”, que comenzó en septiembre de 2024. Este marcó el inicio de una etapa de militarización creciente que ha colocado a mandos militares al frente de la seguridad en Sinaloa. Solo entre julio y agosto de 2025 se desplegaron más de 2 mil soldados adicionales en Culiacán, mientras que los registros periodísticos calculan que más de 10,450 elementos han transitado por el estado en el último año.

La Policía Estatal está encabezada por el general Óscar Rentería Schazarino, mientras que en Culiacán la Secretaría de Seguridad Pública municipal recae en el coronel Alejandro Bravo Martínez, un funcionario ausente que no ha dado la cara públicamente ni ha rendido cuentas a la ciudadanía en medio de la crisis de violencia.

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Las calles se han militarizado. Foto: Iván Medina | El Sol de Sinaloa

El reforzamiento ha sido constante: desde julio de 2024, cuando arribaron los primeros 200 elementos de Fuerzas Especiales, hasta agosto de 2025, cuando se anunció la llegada de 1,500 en distintos contingentes. Solo en el verano de 2025, en un lapso de dos semanas, aterrizaron en la capital sinaloense más de 900 efectivos de Fuerzas Especiales y Fusileros Paracaidistas.

Homicidios y desapariciones en ascenso

Pese a este despliegue militar sin precedentes, la violencia no cede. De enero a julio de 2025 se registraron 1,053 homicidios dolosos, cifra que ya superó los 993 de todo 2024. Junio y julio fueron meses especialmente sangrientos, con 207 y 170 asesinatos respectivamente, los más altos en años recientes.

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Pese a toda la seguridad implementada, las desapariciones siguen en aumento. Foto: Iván Medina | El Sol de Sinaloa

La situación de desapariciones es igualmente crítica: de acuerdo con el colectivo Sabuesos Guerreras, entre 2,800 y 3,000 personas han desaparecido en Sinaloa desde septiembre de 2024 hasta agosto de 2025. Estos números se han vuelto un recordatorio de que la presencia de convoyes y retenes no se traduce en mayor seguridad para la población.

Estrategia militar, resultados cuestionados

El analista en temas de seguridad, David Saucedo, sostiene que el repunte de la violencia no puede explicarse únicamente por la presencia o ausencia de soldados, sino por un reacomodo criminal interno que ninguna estrategia de militarización ha logrado contener. La fragmentación del Cártel de Sinaloa tras la detención de Ovidio Guzmán y la pugna con la facción del Mayo Zambada abrieron un nuevo capítulo de violencia en la entidad.

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El repunte de violencia va más allá de la presencia o ausencia de soldados. Foto: Iván Medina | El Sol de Sinaloa

“Lo que sabemos actualmente es que hubo un entendimiento entre Iván Archivaldo y Alfredo Guzmán con Nemesio Oseguera. A cambio de hombres, armas y apoyo en la guerra contra la facción del Mayo Zambada, se abrió el uso de la Ruta del Pacífico y espacios en Estados Unidos. Eso disparó la violencia homicida no solo en Culiacán, sino en otras regiones del país”, explicó.

Este reacomodo, subraya Saucedo, trajo consigo un incremento en la circulación de droga y armas. Mientras las autoridades insisten en que los decomisos han aumentado, la realidad es que la producción y el trasiego también lo han hecho, alimentando la maquinaria de la guerra.

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Con la militarización no se solucionará el problema. Foto: Iván Medina | El Sol de Sinaloa

“Al contrario, se han multiplicado para pagar la guerra, contratar sicarios y comprar armamento. Es una tragedia para los habitantes de Culiacán, expuestos permanentemente al fuego cruzado.

Para el especialista, la militarización no enfrenta la raíz del problema: las alianzas y traiciones entre facciones criminales que redefinen constantemente los territorios de poder. En ese escenario, los soldados actúan solo como una barrera temporal, incapaz de frenar la lógica económica del narcotráfico.

Costos sociales de la militarización

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No debe ser una estrategia de pacificación el despliegue militar. Foto: Iván Medina | El Sol de Sinaloa

Desde otra perspectiva, el sociólogo Tomás Guevara advierte que el despliegue militar no debe entenderse como una estrategia de pacificación, sino de contención mínima. Los convoyes, patrullajes y retenes han evitado un colapso total del orden, pero no han reducido el control territorial ni la capacidad operativa de los grupos delictivos.

“Sin convoyes y retenes estaríamos en un caos mayor, pero la militarización no elimina las causas de la violencia. Es muy difícil enfrentar a grupos delincuenciales que conocen el terreno, que se mueven como guerrillas y que cuentan con apoyo social. Esto no nació en esta administración, es un problema de décadas”, señaló.

El académico recuerda que Sinaloa convive con estructuras criminales que se han consolidado desde mediados del siglo XX y que han permeado tanto en la cultura como en la vida política y económica. Ante esa realidad, las tropas no modifican la correlación de fuerzas, sino que apenas contienen sus manifestaciones más violentas.

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Impacto psicológico. Foto: Iván Medina | El Sol de Sinaloa

“Por supuesto que es molesto para la sociedad tener que estar moviéndonos, desplazándonos con retenes, que nos detengan, que nos revisen el carro… La gente está desesperada, temerosa, enojada, disgustada por esta situación, pero es la respuesta del gobierno a un problema que lleva más de medio siglo creciendo en Sinaloa”.

La militarización, añade Guevara, genera además un impacto psicológico: normaliza el miedo y altera la vida diaria de miles de familias, que deben adaptarse a revisiones, toques de queda de facto y una vigilancia que no distingue entre población civil y actores armados.

La paradoja: más soldados, más vulnerabilidad

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Aumento en homicidios y desapariciones. Foto: Iván Medina | El Sol de Sinaloa

Ambos especialistas coinciden en que la militarización ha dejado de ser un factor de disuasión. La llegada de miles de efectivos, en lugar de contener la violencia, coincide con un aumento en los homicidios y desapariciones. Para Saucedo, esto confirma que el conflicto ya trascendió las fronteras de Sinaloa y se proyecta hacia otras regiones del país.

“Estamos frente a un reconocimiento de la situación de guerra que hay en Sinaloa. Las cosas no se van a componer en el mediano plazo”, advirtió.

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La presencia de soldados no genera confianza en la sociedad. Foto: Iván Medina | El Sol de Sinaloa

Guevara, en cambio, pone el acento en el desgaste social y en el hecho de que la presencia de más soldados no genera confianza, sino más incertidumbre:

“Si no hubiera retenes, estaríamos mucho peor, pero eso no significa que estemos mejor. La gente vive atrapada entre retenes, desapariciones y balaceras.

La paradoja es clara: el incremento de la militarización no ha traído consigo una reducción de la violencia. Por el contrario, los datos de homicidios y desapariciones muestran que la estrategia, lejos de pacificar, ha profundizado la percepción de vulnerabilidad en la ciudadanía.

El balance evidencia que, pese al despliegue masivo de fuerzas militares, los homicidios y desapariciones en Sinaloa no han disminuido. La ausencia de resultados claros y la falta de rendición de cuentas de mandos locales refuerzan la percepción de que la militarización, lejos de resolver la crisis de violencia, se ha convertido en una estrategia insuficiente y cuestionada por especialistas y sociedad.

 

Con información de El Sol de Sinaloa

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