Juan Luis Parra

 

México, como celular sin batería, está en modo ahorro. No ahorro financiero, ahorro existencial. La gente compra menos, gasta con culpa y espera el descuento eterno. El consumo está por los suelos, pero el gobierno dice que no hay de qué preocuparse.

Claro, el consumo privado solo representa el 70% del PIB. ¿Por qué preocuparnos?

Liverpool, la tienda que emplea a más de 80 mil personas y vende desde pantuflas hasta perfumes caros, vio caer sus utilidades 38% en solo seis meses. Y no es la única. Soriana, Chedraui y Walmart también están tragando aire.

¿La causa? La gente ya no compra como antes. Y no por conciencia financiera. Es porque simplemente ya no alcanza.

El ingreso de las familias se ha desplomado en silencio. Las remesas, que durante años fueron el flotador de millones de hogares, empezaron a caer.

Se acabó la bonanza migrante.

Y el empleo formal, esa supuesta joya de estabilidad, se estancó. Hay trabajo, sí. Pero mal pagado, sin prestaciones, y a veces solo por temporadas.

Todo culpa del modelo Morena: malas decisiones en todo, preocuparse solamente por regalar dinero y que alcancen contratos los cuates de los funcionarios.

Mientras tanto, los precios siguen tercos. Aunque la inflación bajó a 4 por ciento, muchos productos siguen subiendo por razones estúpidas. El gobierno impuso aranceles al calzado chino para proteger a la industria nacional. Resultado: los zapatos subieron hasta 10 por ciento. Así igual con las bebidas, cigarros, videojuegos y un sinfín de las cosas que más consume el mexicano.

Todo para recaudar más. Todo porque López Obrador dejó vacías las arcas.

No hay nada más irónico que una política que se vende como defensa del pueblo… termine encareciendo lo que el pueblo necesita.

Claudia Sheinbaum decidió arrancar su sexenio con una dieta de Estado. Recortó el gasto público para reducir el déficit fiscal. En números, eso suena bien. De hecho, el peso mexicano se ha apreciado 7 por ciento este año. Pero ese músculo cambiario no se traduce en comida, empleo o inversión. La inversión pública cayó 20 por ciento. El país se administró, pero no se movió.

Del SAT, convertido en agencia espía, mejor ni hablemos.

Por ahora, se estira la liga. Pero eventualmente, va a romperse. Los contribuyentes terminarán hartos de pagar cada vez más, por menos gobierno. Ahora con la novedad de que hasta los aguinaldos vendrán con su respectivo pago de impuestos.

También Estados Unidos será un gran dolor de cabeza. Aranceles, amenazas, proteccionismo.

¿Y si mañana decide cancelar el T-MEC? Adiós exportaciones, adiós inversión, adiós México.

Con este chairo modelo económico, México no estalla, pero se encoge.

Silencioso, lento, resignado.

La pregunta no es si esto aguanta. La pregunta es: ¿cuánto tiempo más puede aguantar el país con el Modelo Morena?

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