Nilo, embarazada de siete meses, y su esposo Zabbih, llegaron a México con la intención de pedir asilo. Vivían en Kabul, Afganistán, pero la caída de la capital en manos de los talibanes les obligó a escapar. No veían futuro en un país gobernado por fundamentalistas. El miércoles 13 aterrizaron en la Ciudad de México, donde les esperaba su amiga Daniela Vaca, a quien habían conocido estudiando en la universidad de Chongqing, China. Nunca llegaron a abrazarse. Después de un día entero encerrados en la estación migratoria del aeropuerto, ambos fueron expulsados sin opción a solicitar refugio. En su última comunicación, Vaca escuchaba a su amigo suplicar al interior del avión que necesitaba protección, que no podía regresar a Afganistán. Pero los oficiales del Instituto Nacional de Migración (INM) lo ignoraron.

Las instituciones mexicanas se pasan la pelota una a otra. La Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (Comar) dice que este es un caso de asilo político, por lo que está en manos de la secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). Ahí argumentan que ellos no tienen nada que ver, que se trata de una decisión del INM. Y la institución que dirige Francisco Garduño no ha ofrecido su relato públicamente, aunque la versión oficial es que los afganos nunca pidieron asilo. A su vez, las organizaciones de Derechos Humanos que acompañan el caso denuncian la opacidad de un espacio como “la burbuja”, que es como se conoce a la estación migratoria del aeropuerto de la CDMX, donde las personas son aisladas e interrogadas sin opción a pedir asilo o hablar con sus allegados.

Nilo y Zabbih fueron obligados a subir a un avión en la mañana del jueves 14 y, tras realizar una escala en Cancún, volaron con destino a Estambul, Turquía. Ahora sus amigos buscan la fórmula para que puedan regresar con el compromiso de México de que, esta vez sí, les garantizará el apoyo. No en vano, el canciller, Marcelo Ebrard, se fotografió con las cinco primeras afganas que recibieron asilo político tras la caída de Kabul en manos de los talibanes. Durante semanas, cerca de un millar de personas, en su mayoría vinculados a los grandes medios de comunicación de EU, llegaron a México como asilados.

Llegaron como turistas

La historia de Nilo y Zabbih comienza tras la llegada al poder de los talibanes en Afganistán tras 20 años de ocupación militar de EU. Ante la falta de perspectivas, se desplazaron a Teherán, Irán, como paso previo para buscar una vida mejor. En la búsqueda pensaron que México podía ser una opción. Y contactaron con Daniela Vaca, su amiga de la maestría en China, de quien tuvieron que despedirse en 2019 porque la pandemia de COVID-19 les obligó a regresar a casa.

Primero intentaron pedir el asilo político a través de la embajada de México en Teherán, que es como otros compatriotas lo habían conseguido meses antes. Sin embargo, la respuesta que recibieron era poco alentadora: “les dijeron que era un trámite que les iba a costar mucho tiempo”. Ellos no lo tenían. El embarazo avanzaba, en Irán no disponían de red y habían vendido sus posesiones para pagar el viaje. Así que, tras hablarlo con sus amigos mexicanos, decidieron pedir la visa como turistas y, ya al interior del país, pedir protección al gobierno. Con una carta de invitación firmada por un amigo de Monterrey, el matrimonio logró su permiso para viajar.

A las 8 de la mañana del 12 de octubre el matrimonio embarcó, con sus papeles en regla. Un día después aterrizaron en Ciudad de México. Al otro lado, desde las 7 de la mañana, Daniela Vaca esperaba a sus amigos.

“Empezaron a pasar las horas y veía que no llegaban”, explica, en entrevista con Animal Político. A las 10.30 un oficial del INM le confirmó que la pareja estaba ahí, tomó sus datos y una fotografía de su identificación. Pero no le dio más datos. Lo que sigue después es una larga jornada en la que Vaca y sus amigos tratan de saber qué es lo que está ocurriendo en la estación migratoria mientras que ningún oficial les ofrece una explicación. Día y noche, la joven y otra amiga que acudió para darle el relevo estuvieron pasando de funcionario en funcionario y de trabajador de la aerolínea a trabajador de la aerolínea. No había información. Un día después, Vaca sabrá que a su amigo Zabbih le dijeron que no había nadie preguntando por él. Pasó un día entero encerrado e incomunicado pensando que las personas que lo iban a recoger lo habían olvidado.

A las 8 de la mañana del jueves, tras preguntar en la aerolínea Turkish Airlines, lograron saber que los afganos iban a ser devueltos a Estambul. Que el INM había decidido que no podían ingresar en México. Había una oportunidad: el avión haría escala en Cancún, así que tenían que lograr que ambos bajasen de la aeronave y pudiesen pedir asilo. Tras muchas comunicaciones lograron ponerse en contacto con el Instituto para las Mujeres en Migración (Imumi), que presentó un amparo para intentar impedir la expulsión. El juez todavía no ha tomado una decisión.

Súplicas al interior del avión

Las horas que el avión permaneció en Cancún las relata Vaca con angustia. Un pasajero turco prestó su teléfono a Zabbih, que pudo hablar con su amiga. Así, ella pudo escuchar cómo los afganos suplicaban que habían venido a pedir asilo, que necesitaban ayuda, pero nadie les escuchó. Alguien les quitó los zapatos, quizás como medida de seguridad. Y nadie les dio opción a que bajaran para poder ser entrevistados por personal de la Comar. La versión no oficial del INM es que ninguno de ellos había manifestado su intención de pedir asilo, así que se les rechazó a pesar de tener visa como turista.

“Pide protección, le gritaba yo. Si no te paras y pides protección, no hay forma de que te podamos ayudar”, dice Vaca que le decía a su amigo.

“Le estoy diciendo eso a los policías, pero nadie me permite bajar”, respondía él.

Tras minutos de caos en los que la joven llegó a hablar con alguien a quien Zabbih identificaba como policía, se hizo el silencio. El avión había despegado hacia Estambul.

Ahora, con los dos afganos ya de regreso y sus amigos desesperados, las instituciones mexicanas se pasan la pelota unas a otras.

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La Cancillería dice que esto es cosa del INM y la Comar asegura que nunca les dijeron que iban a pedir refugio. Migración, por su parte, no ha hecho pública su versión de los hechos.

“Vamos a tratar de volver a contactar con ellos y a darles acompañamiento. Esperamos que Acnur también pueda hacerlo”, dijo Gretchen Kuhner, directora de Imumi.

Vaca, la amiga que pasó un día esperando, tiene la esperanza de poder contactar al matrimonio una vez que lleguen a Estambul, aunque desconoce si su destino final es Teherán.

Por ahora, la única certeza es que un matrimonio de afganos que escapaba del régimen talibán fue encerrado e incomunicado para luego ser devuelto sin opción de pedir asilo.

Con Información de  Animal Político

 

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