Su pecho no es bodega

Desconozco el origen del dicho mi pecho no es bodega que se utiliza cuando alguien decide no guardar un secreto. Ignoro si el presidente López Obrador tiene más información que yo acerca de tal aforismo, pero lo cierto es que lo usa con frecuencia. Por cierto, no sé si recurrió a la mencionada frase, hace unos días, cuando dio a conocer cierto acto de corrupción entre políticos y empresarios. Veamos lo que AMLO contó.

  • Como Andrés Manuel no se calla nada que parezca ilegal —o que de plano lo sea sin necesidad de mayor demostración, como en este caso—, entonces relató lo que sabía.
  • En efecto, el presidente de México dio a conocer que Alonso Ancira, accionista y ejecutivo de Altos Hornos de México, prestaba sus aviones a políticos, a políticas y a familiares de algunas personas con poder en pasados sexenios.
  • Andrés Manuel anticipó en su conferencia de prensa que se iba a hacer pública la información sobre el avión que prestaba el empresario Alonso Ancira al actual coordinador de los diputados federales del PRI, Rubén Moreira, y al exdirigente priista Manlio Fabio Beltrones.
  • Dijo el presidente: “Puedo decir que el señor Ancira le prestaba el avión y se consideraba como viáticos en la empresa el pago por los servicios que se hacían a favor del señor Rubén Moreira, ese dato sí lo tengo; es más hoy lo voy a subir, y de una vez voy a aprovechar, porque también a Manlio Fabio le prestaba el avión”

¿Les prestaba Ancira su avión?

Sí, es adecuada la palabra para describir lo que hacía Ancira con Beltrones, Moreira, etcétera: darles un servicio valioso para que después Beltrones, Moreira y otras personas lo devolvieran, con enorme intereses, al empresario.

Debe quedar claro que en la relación entre la clase política y la cúpula empresarial no hay préstamos inocentes.

Es decir, el empresario o la empresaria dicen a los políticos y a las políticas: “Te presto el avión y me pagas después con contratos”.

El avión de Ancira y lo que costó prestarlo a la gente de la política

Se hicieron públicos detalles de lo mencionado por Andrés Manuel. Ancira prestó su avión:

  • A Rubén Moreira, exgobernador de Coahuila, para vuelos con un costo de 31 millones 509 mil pesos.
  • A Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, para vuelos con un costo de 12 millones 492 mil 718 pesos.
  • A Manlio Fabio Beltrones, exlíder del PRI, para vuelos con un costo de 8 millones 213 mil 8 pesos.
  • A Carolina Viggiano, esposa de Moreira y política ella misma, para vuelos con un costo de 2 millones 536 mil 651 pesos.
  • A Carlos Navarrete, exdirigente del PRD, para vuelos con un costo de 1 millón 850 mil 33 pesos.
  • A Gabino Cué, exgobernador de Oaxaca, para vuelos con un costo de 823 mil 710 pesos.
  • A Amaya Lozoya, hija de Emilio Lozoya, para vuelos con un costo de 813 mil 600 pesos.

Nacieron en el jet privado

Todos los políticos mencionados, todas las políticas de los párrafos precedentes no solo utilizaron el avión o los aviones de Ancira; también pedían aeronaves —aviones y helicópteros— a otros hombres y mujeres de negocios y, desde luego, utilizaban los recursos públicos que manejaban como si fueran propios para rentar transporte aéreo con compañías especializadas o inclusive para adquirir sus aviones.

Sin duda es bien padre viajar en jets y helicópteros privados o del gobierno, pero para uso exclusivo de una persona, sobre todo si los paga alguien más, ya sea gente a la que se extorsiona o el pueblo con sus impuestos.

Beltrones, Moreira, etcétera nacieron en aviones…

El helicóptero de Videgaray

Pienso que Luis Videgaray es un hombre extraordinariamente inteligente. Pero su talento —natural y desarrollado en las mejores universidades, como el MIT de Estados Unidos— no le dio para entender algo muy sencillo: que si no se bajaban de los aviones para su exclusivo, él y el resto de los integrantes del equipo de Enrique Peña Nieto, iban a ser arrasados en las elecciones de 2018.

Un día visité la cancillería, ubicada frente a la Alameda de la Ciudad de México, pero no invitado por Videgaray, sino por su coordinadora de comunicación. Ella deseaba mostrarme su nueva oficina, lo hizo rápidamente, me despedí y me acompañó a la salida… y aun caminó conmigo algunos metros en la banqueta; yo había llegado a pie desde la redacción de SDPnoticias en el Monumento a la Revolución.

En la banqueta nos topamos a Pedro Aspe, extitular de Hacienda y exjefe de Videgaray. Lo saludamos y platicamos un poco; ella, mi anfitriona, se despidió apresuradamente porque escuchó el sonido de un helicóptero que llegaba: “Es mi jefe”, dijo y se fue. Aspe, tecnócrata neoliberal como el que más, solo comentó: “Y luego se preguntan por qué la aprobación de este gobierno es nula”.

Cuando a AMLO le cancelaron el vuelo

En una reunión con Videgaray le conté una anécdota, que he publicado en mis artículos, para tratar de explicarle por qué AMLO era —seguramente todavía es— invencible en las urnas.

En la campaña de 2006 Andrés Manuel tuvo reuniones con simpatizantes en una ciudad del occidente. Terminó temprano y cenó conmigo y otra persona para hacer tiempo antes de su vuelo de regreso a la Ciudad de México a las 10 de la noche.

Lo acompañé al aeropuerto —yo me iba a quedar un día más— y en el estacionamiento nos recibió César Yáñez con una mala noticia: “Acaban de cancelar el vuelo de Aeroméxico”.

Andrés preguntó por las camionetas: “Hace una hora se fueron de regreso”, respondió César. Andrés dio la orden: “Pues que den la vuelta y vengan por mí”.

No se podía quedar a dormir porque al día siguiente tenía López Obrador en la capital, muy temprano, una reunión con los obispos.

Volvimos AMLO y yo al lugar de la cena a seguir haciendo tiempo. Ahí, alguien, de buena fe —una persona que no hace negocios con el gobierno— le dijo que en una o dos horas podía conseguir un avión privado en excelentes condiciones para que no hiciera un trayecto en carretera de toda la noche.

Andrés agradeció la oferta, pero la rechazó: “No puedo aceptar favores costosos, y no les voy a regalar a mis enemigos una foto subiendo o bajando de un avión privado”.

Cuando Videgaray escuchó eso, me dijo: “Qué lástima que no nos regaló la foto”.

Es decir, en vez de comprender la lección —que el político debe ser siempre austero—, lamentó que AMLO no se hubiese subido a un avión privado.

Poco tiempo después, en las elecciones, AMLO arrasó, entre otras cosas porque nunca en su vida utilizó un avión de lujo, privado, solo para él, para volar con toda comodidad.

Ricardo Anaya y José Antonio Meade probablemente fueron cuidadosos en la campaña de 2018 y no se dejaron ver en jets privados, pero antes, cuando disfrutaban la dicha inicua de estar en el lo más alto del gobierno, lo hicieron a la vista de todo el mundo, esto es, abusaron de los vuelos privados, como el resto de los hombres y las mujeres de poder del PRI, del PAN y del PRD. Lo peor, quizá pensaban que eso no tenía nada de malo.

Y Andrés llegó al Tec de Monterrey en Aeroméxico

Uno o dos años antes de lo que he contado, en 2004 probablemente, mi hijo y uno de sus compañeros de estudios en el Tecnológico de Monterrey invitaron a AMLO a un simposio de la carrera de economía. Invitaron también a un panista —Santiago Creel, entonces secretario de Gobernación— y a alguien del PRI, a una mujer, Beatriz Paredes o Dulce María Sauri, si la memoria no me falla. También lo he contado en mis columnas.

Andrés Manuel aceptó acudir con una condición: que la organización del evento le pagara el vuelo en Aeroméxico a él y a un acompañante, José María Pérez Gay. No iba a usar recursos del gobierno capitalino, que encabezaba, ni su propio dinero, porque no le sobra; político que no ha robado ni tenido sueldos elevados, ha vivido casi al día.

Los estudiantes consiguieron patrocinadores. Uno de ellos, Aeroméxico, empresa que les entregó tres boletos viaje redondo CDMX-Monterrey. Creel no los usó: llegó en avión del gobierno…, en efecto, a una actividad no oficial. La priista tampoco: pidió prestado un avión a alguna empresa regiomontana. Solo Andrés Manuel arribó en el vuelo comercial y regresó de la misma manera.

Por cierto, me consta que se enojó el entonces gobernador de Nuevo León, Natividad González Parás, quien quiso atender a AMLO enviándole una camioneta blindada con un coche escolta. Andrés le dijo que no era necesario, que los estudiantes iba a ir por él, y así ocurrió. Nati calificó de “arrogancia” las simples ganas de hacer lo correcto sin costarle ni un solo centavo al gobierno.

Gamboa se iba a jugar al golf en helicóptero del gobierno

El sexenio pasado Emilio Gamboa fue noticia porque utilizó un helicóptero para ir a jugar golf con el entonces presidente, Enrique Peña Nieto. A Gamboa lo acompañó un empresario. No gastó el hombre de negocios en ese trayecto porque la aeronave era propiedad del gobierno. ¿Fue una invitación inocente la que le hizo Gamboa a esa persona del sector empresarial? Pienso que no.

Tiempos que no deben volver

Ojalá todo eso ya se acabe. Han hecho demasiado daño a México los excesos de la gente de la política en sus relaciones de complicidad con los hombres y las mujeres de negocios. Se trata de prácticas que ya no existen, pero no ha desaparecido completamente el riesgo de que las cosas vuelvan a ser lo que fueron.

En 2024 la gente decidirá si quiere regresar al pasado de corrupción o si desea que la 4T siga adelante, con los ajustes necesarios para que las cosas funcionen mejor. Porque, sin duda, hay procedimientos y estrategias en el gobierno de AMLO que deben modificarse, particularmente las que obedecen más a la ideología que a la técnica. Pero no lo fundamental, el combate al despilfarro corrupto ni tampoco debe cambiar el otro gran éxito de Andrés Manuel: los programas sociales para apoyar a quienes sufren la pobreza.

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