DOMINGRILLA

FRANCISCO CHIQUETE

¿Qué reveló el gobernador Rubén Rocha Moya?
Todos sabíamos que su candidatura fue una decisión del entonces presidente Andrés Manuel López Obrador y todos intuíamos desde antes que las famosas encuestas en que respaldan las decisiones o imposiciones, no son sino formulismos para dar a cada caso un barniz de democracia.
Sin embargo, no dejó de ser sorpresivo escuchar a un gobernador que está en el cuarto año de su ejercicio, confesando algo que por rubor se callaban hasta los más conspicuos personajes del priísmo más ortodoxo de la historia, aquel que no necesitaba disfrazarse de democrático porque sabía que enfrente no había críticas de peso que lo incomodaran.
Rocha Moya ha sido siempre un político de lengua larga, que lo mismo ha declarado públicamente enconos contra rivales, que ha descobijado a quienes él considera críticos ilegítimos, o se ha lanzado a la quedadera de bien sin medir la legalidad, como aquella vez que despidiendo a Andrés Manuel López Obrador en tierra sinaloense, lamentó que el hoy expresidente no hubiese “torcido un poquito la ley” para que siguiese en el ejercicio presidencial más allá del tiempo que le tocaba.
Cuando en una reunión pública -la Feria del Libro de Culiacán- confesó su procedencia política, Rocha estaba confirmando los peores vicios de la política mexicana, no sólo en tiempos de la cuarta transformación, sino en cualquier época de nuestra vida contemporánea, pues en todas las etapas partidistas, la mecánica ha sido prácticamente la misma que él narró.
De acuerdo con un video profusamente difundido y que no es de Inteligencia Artificial, el gobernador sinaloense recordó cómo un día el presidente López Obrador le dijo que originalmente no era él el beneficiario de la postulación morenista del 2021, que era otro el que aparecía a la cabeza de las encuestas, pero el propio AMLO encontró que Rocha le ganaba al más cercano por el doble de la intención de votos, y por ello decidió que esa fuese la solución al caso Sinaloa.
Pero hay otra parte del relato, en que aparece Ricardo Monreal, su coordinador político en la Cámara de Senadores, y le avisa que el secretario de organización de Morena, Gabriel García, se preparaba para hacer el anuncio de la candidatura a gobernador, y que estaba asignada a Luis Guillermo Benítez Torres, El Químico. No queda dicho, pero uno infiere que Monreal metió su cuchara, advirtió al presidente y éste cambió las cosas, porque el mismo pastor senatorial volvió a llamar a Rocha para adelantarle que había sido beneficiado con un “cambio de rieles”.
Los mazatlecos ya habíamos vivido tres años de gobierno quimiquista, y pocos podíamos creer que alguien se tomase en serio las aspiraciones de este hombre para ir por la gubernatura, pero es obvio que en efecto, tenía sus agarraderas y que estaba en condiciones de alcanzar la postulación. Esto explica el rencor que mantuvo cegado al Químico, quien sostuvo todo el tiempo que Rocha le había robado la candidatura que él ganó “por encuesta”.
También salta a la vista que dentro de Morena todos los grupos manejan las cosas y se manejan conforme a sus propios intereses. El Químico había ganado la elección municipal de Mazatlán montado en la ola lópezobradorista del 2018, pero era desconocido en el resto del estado. Aunque fue dirigente estatal de Morena, lo fue por capricho de AMLO, quien llegó a insultar a quien por conocimiento, militancia y popularidad, tenía todos los instrumentos para alcanzar la dirigencia, el recientemente fallecido Jaime Palacios Barreda. Lo tenía todo, excepto el respaldo del mesías tropical.
Precisamente ese episodio hizo que El Químico se creciera al grado de operar autárquicamente. La candidatura por su segundo periodo requirió de acuerdos extraordinarios con el PAS e incluso de una operación 4special de las fuerzas “especiales”, porque iba abajo en las encuestas y fue necesario “tablear gente”, como confesó un viejo político convertido al morenismo.
El caso es que los morenistas se hicieron trampas entre sí. Unos con las encuestas, otro con los dedazos. Dicen dos testigos que el Químico tenía compradas las simpatías de López Obrador y su primer círculo a base de envíos de camarones y callos que no siempre llegaban a su destino, pero que le granjearon simpatías con los que podían arreglarle las encuestas.
Al final Rocha es el gobernador, aunque ha pasado su periodo de bronca en bronca y hoy padece el desgaste de un año y fracción de guerra narca. El Químico por su parte, está en el ostracismo, sometido a un proceso judicial por corrupción que lo mantiene amenazado, pero le permite andar en la calle y hasta soñar con la recuperación de sus viejos fueros.
Al conocer las declaraciones de Rocha, muchos sospechosistas piensan que no es un error de ejercicio político, sino un posicionamiento arriesgado, una jugada grande, para decirle al hombre de Macuspana que está con él, incluso si la presidenta llega a la improbable decisión de romper con el pasado inmediato para afirmar su mando sobre el gobierno y sobre el partido.
No sería extraño, pues en el equipo de Claudia hay quienes insisten en golpear al gobernador de Sinaloa, y hasga defenestrarlo; y el equipo de AMLO hay quienes exigen definiciones para detener las investigaciones que se supone, deberían existir sobre personajes como Adán Augusto López Hernández.
(Por cierto, ¿ha visto al tal Adán Augusto declarando con toda naturalidad sobre asuntos de interés público, como si no hubiera pasado nada? ¿tendrá tal certeza de que no le va a pasar nada?)
Personalmente creemos que la de Rocha no es estrategia política, sino una personal propensión a soltar de su ronco pecho, bajo su tradicional consideración de que ese, su pecho, no es bodega.
EL TEMOR A LA GENTE
A lo largo de siete años, los gobiernos de Morena han mostrado una severa intolerancia a las manifestaciones populares. La de este sábado, convocada por la Generación Z, no fue la excepción.
Toda la semana, la presidenta Sheinbaum estuvo hostigando a los posibles convocantes y a los posibles participantes de la marcha, poniéndose como víctima, no como la autoridad que tiene la obligación y hasta la necesidad de escuchar lo que dicen sus gobernados.
Con frecuencia se refiere a “nuestro movimiento” y a “la derecha” como si sólo tuviese obligación de gobernar para los suyos y los contrarios no tuviesen derecho de expresar sus inconformidades y de buscar respuesta a sus exigencias.
Esto, que es lamentable para asuntos comunes, se agrava cuando se trata de reclamos de seguridad, de exigencias de justicia por asesinatos como el de Carlos Manzo, cuya impunidad sería la peor de las noticias para la sociedad michoacana y la mexicana en general, ya bastante agraviada con casos similares.
No es admisible que la presidenta dé una interpretación política, incluso electoral, a la indignación porque su gobierno desatendió los reclamos de apoyo hechos por el asesinado alcalde de Uruapan. Tampoco se puede aceptar que las autoridades encargadas del caso nos dan la “tremenda” noticia de que el crimen fue responsabilidad del crimen organizado, y no por cuestiones políticas, pero no dan al menos una versión formal. En cambio la propia presidenta con A, anuncia que ya mandó investigar quién organiza la marcha de la Generación Z.
¿De veras importa eso? ¿es más problema sabe quién instiga a los muchachos, que saber quién mató a Manzo, y sobre todo, quién descuidó sus obligaciones de atender las denuncias que el propio Manzo hizo en su momento?
Que Vicente Fox, presa de la demencia senil, anuncie su participación en la marcha de jóvenes, que los espías gubernamentales digan que es el Tío Richi el que impulsa la convocatoria, incluso que sea “la derecha” la que conduzca este proceso, no significa que se quebrante ley alguna. Mientras el Congreso de la Unión no apruebe una iniciativa para prohibir las manifestaciones, mientras la Suprema Corte del Acordeón no establezca jurisprudencia para que los personajes críticos o las tendencias políticas adversas expresen sus demandas y opiniones, o que los mismos desprestigiados partidos de oposición pierdan su derecho a despotricar, los enojos de la presidenta no tendrán ninguna razón de ser.
Lejos de escuchar las demandas, el gobierno activó inmediatamente su fábrica de memes para minimizar y desprestigiar a los marchistas. Desde derechistas, prianistas que uscan sus privilegios, hasta “ni siquiera llenaron el zócalo” inundaron las redes. ¿Cuánto cuesta todo eso?

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