Share PAÚL CHÁVEZ “Es estúpido hacer gala de inteligencia, pero no es inteligente ganarse fama de estúpido”. Abunda la banalidad El salmo 2 inicia con una cuestión llena de actualidad a pesar de haber sido escrito en la antigüedad “¿Por qué las naciones se han amotinado y la gente piensa cosas vanas? Lo que sucedía hace mil años sigue y seguirá sucediendo, pero ¿Las redes han aumentado la banalidad? Respóndelo tu estimado lector. Lo cierto es que “de la abundancia del corazón habla la boca”, lo que sueles enviar refleja lo que ves y traes dentro. El pensamiento crítico discierne la verdad de lo que nos dicen, vemos y leemos para no irnos con la finta. El ojo sano no puede renunciar a la luz como la inteligencia no puede renunciar a la verdad, la verdad siempre sale a flote. Pero podemos violentar la razón, acomodarla o torcer la realidad a conveniencia, claro pagando un alto costo. ¿Qué es la racionalidad? Sentirnos a gusto, salirse con la suya, a veces está reñida con la verdad pero la conciencia no nos deja tranquilos hasta que re-conocemos nuestros errores, entonces alineamos el pensamiento y la conducta a la razón, o sea a la verdad y no a las tripas. Bien decía el pedagogo Millán Puelles que “la racionalidad es una conquista”, no es gratuita. Pero ¿a qué le llamamos racionalidad? a la búsqueda de la verdad y del bien honesto auténtico. También nos referimos a la capacidad de entender, pensar y actuar con lógica para tomar de decisiones basadas en las evidencias buscando en cada situación lo mejor. Actuar moralmente mejora la racionalidad. Ahora bien razonamos mejor en cuanto nos apeguemos a la realidad –a los hechos- pues las causas de origen del error vienen de ignorarla, confundirla, suponerla o imaginarla. Es decir, los razonamientos se vuelven más razonables en cuanto más se apeguen a la realidad en vez de imaginarla. El dolor de conciencia La inteligencia no duele pero sí la conciencia, está ahí trastornando y quitando la paz y eso resulta insoportable porque no podemos renunciar a la verdad, en ella se sustenta el bien moral, mientras que el mal lo disfrazamos engañándonos. El hombre honesto rectifica más sus autoengaños. Nos acecha la incongruencia al distorsionar la realidad. La tentación es falsa y da una satisfacción temporal. Sin embargo corregir la conducta mala es más difícil que rectificar el pensamiento. Freud nos recordó que la razón no manda por más que lo intentemos y Jung nos advirtió que “hasta que el inconsciente no se haga consciente, el subconsciente dirigirá tu vida, y tú le llamarás destino”. La estupidez Pero hay un problema constante: la estupidez. El problema no es la estupidez pues rebota al usar la inteligencia. Curiosamente Mathias van Boxsel comienza su “Enciclopedia de la estupidez” diciendo que “nadie es lo bastante inteligente como para llegar a comprender la medida de su propia estupidez. La inteligencia y la estupidez no son contrarias una de la otra, ni la estupidez es la falta de inteligencia, sino que es el efecto, más o menos fracasado, de intentar dominar, o escapar, de la estupidez”. El escritor Robert Musil remata “es estúpido hacer gala de inteligencia, pero no es inteligente ganarse fama de estúpido”. ¿Podemos reducirla? Me temo que es imposible, pero si podemos ganar sensatez, el problema con la estupidez es no darnos cuenta o lo peor… presumirla. Asimismo tener inteligencia no es lo mismo que saber usarla. Ahí está el detalle. La afirmación es jactanciosa como siempre que se habla de la estupidez, pensando que solo les pasa a otros, lo que sería estúpido. Incluso para agravar el problema: pensar bien no presupone actuar bien. La libertad existe. Viendo un bien podemos elegir un mal. Si nos fijamos bien en los actos inmorales, aunque sean muy razonados como el robo de un banco sin ser vistos, revelan una insensatez -una estupidez- porque aunque el ladrón esté muy contento con la fortuna que robó pero la culpa lo daña… si es normal. Feliz culpa Dostoyevski agudizó la psicología de la culpa de algo grave cuando no se confiesa, en su “Crimen y Castigo” el personaje prefirió ir a la policía y confesar su crimen para ser enviado a Siberia de castigo, que sufrir el remordimiento insoportable que lo atormentaba. Todo crimen, todo mal, tiene su castigo inevitablemente. Es buen síntoma sentirnos mal si actuamos mal. Nos da la oportunidad de corregirnos. Vemos gente con autos, joyas y casas lujosas muy armados y a políticos que “aparentan vivir felices” con fortunas para varias generaciones, pero algo dentro los perturba. Pagan un alto precio por elegir aparentar “prosperar” envenenando, dañando a otros y a la nación. La arrogancia Cuidado con los políticos arrogantes que mienten con frecuencia sin inmutarse y de los que ocultan sus fechorías y no aplican la justicia sino la venganza. Pero quienes acaparan el poder y presumen su astucia. Sin embargo la estupidez no puede ocultarse. El astuto tuerce las cosas para llevar agua a su molino, el inteligente busca los medios honestos para lograr el bien común. Así como cada producto tiene su nicho de mercado, cada político tiene su público ¿A quién le vas? Comparte esto:TwitterFacebookWhatsAppTelegramImprimir