El historiador Ronaldo González Valdés presentó su último libro Tiempo y perspectiva: El Guacho Félix, misionero secular, en el Colegio de Sinaloa.

Josue David Piña Valenzuela

 Culiacán, Sin.- Una charla para hablar sobre la figura de Enrique Félix Castro, personaje multifacético de la historia intelectual sinaloense, dio pie a una reflexión con paralelismos históricos hasta llegar al contexto de violencia actual que sacude a la entidad.

El historiador Ronaldo González Valdés, en la presentación de su último libro “Tiempo y perspectiva: El Guacho Félix, misionero secular”, nos habla sobre la influencia de su pensamiento no solo para la hoy Universidad Autónoma de Sinaloa, sino dentro de la política sinaloense de la primera mitad del siglo XX, particularmente en el ámbito de la educación pública.

“¿Qué diría el Guacho de lo que está ocurriendo actualmente en esta región con esta sociedad nuestra?”, se cuestionó el autor del libro y académico de la Facultad de Historia de la UAS.

Tal y como Félix Castro teorizaba, proponía e iba a la acción como mandataban los postulados de Marx, en la sociedad sinaloense de las décadas de los años 30s y 40s, seguramente en el presente hubiera convocado a un nuevo gran acuerdo con todos los frentes, consideró González Valdés.

“Entender lo que somos hoy como sociedad y para de algún modo advertir el porvenir inmediato y ver cómo podemos tomar de nuestras manos, de alguna manera, que además ese era el propósito del Guacho…”, mencionó durante la presentación de la obra en el Colegio de Sinaloa.

Lo anterior, continuó el autor, para convocar a un hecho de conciencia profundo que nos permita reconocernos crudamente como sociedad, algo sin duda doloroso y difícil de lo que hemos hecho y deshecho a lo largo del tiempo reciente.

“Lo primero que requerimos es una especie de propedéutica, un juicio, un hecho de conciencia profundo, radical, doloroso, que nos permita conocernos en lo que hemos hecho y deshecho como sociedad. Qué es lo que ha ocurrido, que procesos históricos han dado lugar en la sociedad que tenemos actualmente y cómo se han cruzado estos procesos al punto de converger, de una manera que ha resultado terriblemente perniciosa”, opinó.

Para Ronaldo González Valdés el primer gran quiebre fue la instauración del modelo agroexportador sinaloense de finales de los 50s, que si bien trajo reconocimiento nacional e internacional, tuvo grandes contradicciones en el estado.

Fue al mismo tiempo un modelo destructor de los sistemas productivos locales, de los mercados regionales, que propició la bajada de la gente de los altos de Sinaloa hacia los valles y posteriormente hacia las ciudades, un vuelco demográfico terrible, explicó.

“Como esto dio lugar a que esta gente que bajó dejando su memoria, dejó una construcción de siglos, dejó su identidad; las fiestas religiosas, en los altos. Su propia rutina de vida, el sentido de la vida, al dejar su parcela, dejar de vender sus productos en los mercados locales”, comentó.

“Todo eso quedó atrás y esa gente se tuvo que venir aquí, la gente que puebla, por ejemplo, la Villa Adolfo López Mateos (El Tamarindo), es gente que bajó tras la construcción de la presa El Varejonal, eran más de 52 comunidades las que existían allá”, recordó.

Lo mismo pasó en otras zonas del estado con las construcción de las grandes presas, es aquí, expone el historiador, que empieza el problema de las consecuencias sociales del narcotráfico.

Una de las consecuencias más graves de este proceso histórico fue el déficit de cohesión social que tuvo que ver con los desplazamientos de las zonas serranas a los grandes valles agrícolas.

“Ciudades que no estaban preparadas para recibir esas mareas de población y que llegan sin que los municipios ofrezcan servicios públicos para todos, comienzan las invasiones que posteriormente se hicieron colonias, La Libertad, Díaz Ordaz, etc.”, mencionó.

“¿Qué pasa con las generaciones que salieron de esas colonias? Gente que llegó sin un código que regulara sus vidas, el sentido de su vida había quedado extraviado, en el camino de los altos a los valles y a las ciudades, se tuvieron que contratar como jornaleros en los valles y posteriormente a entrarle a lo que hubiera”, continuó.

Finalmente, el código de relación alterno que había a la mano, en referencia a las actividades ilícitas que propiciaron el narcotráfico, fue alimentando esos flujos migratorios, es decir, un ejército rural disponible.

Con el tiempo este fenómeno, en medio de un modelo económico que generaba ingresos inequitativos a la población sinaloense, fue dándole un nuevo sentido de vida a la juventud y que ahora se han convertido en carne de cañón.

“Creo que lo que hubiera planteado el Guacho Félix, articular una agenda que le dé cuerpo a una suerte de gran nuevo acuerdo, ¿qué necesitamos hacer? En política social, no basta con cursos de valores, sino hay políticas sociales que induzcan una transformación de las relaciones sociales a una vida de mayor horizontalidad, y que tengan que ver con la solidaridad, la cooperación, para hacerse cargo de los asuntos de la cotidianeidad, en principio y así ir avanzando”, consideró.

Con información de Espejo

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