Una carretera, dos realidades: progreso para unos, peaje para otros
Javier Castro
Sinaloa – Lo que pudo ser un anuncio histórico para el desarrollo del noroeste mexicano terminó convertido en una promesa empaquetada para el sector privado. Durante su visita al estado de Sinaloa, la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, confirmó la autorización del largamente esperado proyecto carretero que unirá el puerto de Topolobampo con el estado de Chihuahua. Sin embargo, lo que se presentó como una obra de transformación nacional, terminó revelando su verdadero rostro: será construida bajo el modelo de concesión.
El proyecto contempla 106 kilómetros de carretera y un puente clave en la sierra sinaloense, infraestructura esencial para consolidar el Corredor Económico del Norte y conectar de forma directa dos regiones productivas del país. La obra ha sido exigida durante años por productores, transportistas, empresarios y comunidades indígenas y rurales que han vivido en el aislamiento y la marginación.
Pero la decisión de concesionar la obra a la iniciativa privada no pasó desapercibida ni quedó sin críticas. Para muchos, se trata de una entrega disfrazada al capital privado de una vía estratégica que debería ser pública y de acceso libre.
La presidenta argumentó que, ante las restricciones presupuestarias, la única forma de llevar a cabo la carretera es mediante inversión privada, bajo un modelo que implica que quien construya la vía tendrá derecho a operar y cobrar por su uso durante un periodo determinado.
Pero las dudas son muchas y las respuestas pocas. ¿Quién decidirá la tarifa? ¿Cómo se garantizará el acceso a las comunidades locales? ¿Qué empresa será beneficiada? ¿Cuál será el proceso de licitación? Ninguna de esas preguntas tuvo respuesta clara durante la visita presidencial.
Con la promesa de impulsar la región, la presidenta busca mostrar un avance concreto. Pero lo que queda es una sensación de traición para quienes apostaron por un gobierno distinto, que priorizara lo público y no repitiera las fórmulas del pasado.
Para el norte del país, la carretera Topolobampo–Chihuahua no solo representa una conexión física; simboliza también la distancia creciente entre el discurso del poder y las necesidades reales de los pueblos.
El pasado fin de semana el anuncio presidencial marca un punto de quiebre: una obra largamente esperada, entregada a intereses privados, sin garantías claras para quienes más la necesitan. Una carretera con peaje… y un costo político aún mayor.