Héctor Calderón Hallal
Una dantesca imagen me persigue desde el domingo por la madrugada…
retumba irremediablemente en mi conciencia: La foro de cuatro cuerpos
colgados y decapitados en un “bajopuente” de la carretera internacional
México 15 , a la salida sur de Culiacán, Sinaloa, con una manta alusiva al
deplorable homicidio -con amenaza de por medio- y a unos metros, una
furgoneta abandonada con 16 cuerpos y cinco cabezas humanas, que quizá
correspondían a los cuerpos decapitados y colgados según se dijo… y
confirmó horas después.
La primera impresión que tuve al verla, irreflexivamente, fue de asco… por la
miseria humana en que nos hemos convertido los mexicanos
definitivamente, en los últimos tiempos.
Pero inmediatamente después, reflexioné brevemente y lo que sentí
sobrecogedoramente fue un sentimiento de dolor… de miedo genuino, a lo
que le puede pasar a cualquier ciudadano de Sinaloa y de México en estos
días, que esté en el lugar y la hora marcada por la ‘coincidencia letal’.
¿Cuántos inocentes no estarán siendo contabilizados como decapitados o
ejecutados… por simple confusión… o “por quítame estas pajas”?
De acuerdo con la Fiscalía General del Estado (FGJE), tan solo el pasado lunes
30 de junio, se registraron en Sinaloa, un Estado con mediana densidad
poblacional -por mucho no es Guanajuato, ni el EdoMex, ni Veracruz- treinta
(30) homicidios, sin contar a decenas de despojos de vehículos en la capital
del Estado, Culiacán… y decenas de privaciones de la libertad…
constituyéndose así en uno de los días más complejos en materia de
seguridad de que se tenga memoria en la historia reciente; se ha reconocido
que el homicidio ha incrementado en un 260% en el lapso comprendido
entre julio del 2024 y junio de 2025. Así mismo, el robo de vehículo en un
17.5%.
El mes de junio que acaba de terminar, es el mes más violento de los últimos
14 años… algo se tiene qué hacer, definitivamente.
Se podrá decir que en la historia moderna, ninguna palabra, ninguna frase
articulada y ningún discurso, han sido capaces de frenar una guerra; ni
siquiera -quizá- una buena idea por sí sola, ha sido suficiente para evitar una
conflagración… vamos… quizá el pensamiento y el lenguaje resulten
impotentes de frente a todo ‘acto prerracional’ del ser humano; de cara a los
impulsos primarios del hombre… a sus pasiones a sus intereses; sobre todo
en estos tiempos de mentes vacías, en que las nuevas generaciones
privilegian la “satisfacción sensorial” a toda costa, por encima del mínimo
esfuerzo… ya no solo físico, sino mental; el hombre del mañana, tristemente
hoy en ciernes, no sacrifica un “par de neuronas” por comodidad… o por
esnobismo: “lo fácil, lo directo, lo que no tiene complicación ni elaboración,
es lo que tiene aceptación y hay que seguir.
Sin embargo y para desgracia de los enemigos del esfuerzo y del
pensamiento… la idea, el concepto y la palabra si pueden -concertadamente-
conseguir la paz.
Ciertamente, en el momento de las acciones de violencia irreflexiva, de odio,
de saña, de impulsos primarios… la idea y la palabra languidecen; son
frágiles, impotentes, de frente al reto de evitar la tragedia, pues todo hombre
convertido en víctima -si es que le quedan aun fuerzas y vida para defenderse
del prójimo agresor- se paraliza y su voluntad se ve mermada para desplegar
cualquier acción sensata y posible.
Sin embargo -y paradójicamente- la idea y la palabra… el concepto mismo
como categoría filosófica, sí son capaces de alentar y hasta de provocar una
guerra.
Curioso, se insiste. No son capaces para frenar una conflagración en el acto…
pero sí para construirlo desde su cimiento… También para construir la paz,
que es un momento muy diferente al cese al fuego, pues la paz es un
concepto más elaborado. Es un conjunto de instrumentos de justicia, que
incluyen acuerdos, acciones restaurativas, tratados a través del tiempo,
legislaciones situacionales y el compromiso moral de respetar la memoria de
la tragedia, entre otros muchos.
Por eso, ante tanta barbarie observada en las calles y en los poblados de la
entidad sinaloense, que es de la que nos ocupamos en este trabajo; tierra
entrañable para el suscrito porque es donde vio la luz primera y que es, en
estos trágicos momentos para la Nación mexicana, un modelo asequible para
practicar cualquier plan piloto de pacificación y de finiquito a la violencia
como a la inseguridad pública, es que se propone a la opinión pública, un
camino hacia una ‘justicia transicional’ en aquella entidad del noroeste
mexicano.
Un modelo que corte ‘de tajo’ las violaciones masivas a los derechos
humanos de la población, así como las agresiones, los abusos y los riesgos
aparecidos contra la propia ciudadanía, durante el período de conflicto,
represión o negligencia política, en caso de acreditarse.
Una estrategia que permita transitar con facilidad de un estado de violencia a
un estado de paz y democracia; orillando al Gobierno a ser transparente,
eficiente, que promueva la justicia, la reparación del daño a las víctimas y la
prevención de futuras atrocidades.
Sobre todo, que sea un plan integral que considere como punto neurálgico
de su atención, a las víctimas de la acción nefasta y fulminante de la ‘guerra
entre facciones’ del llamado ‘Cártel de Sinaloa’ (CDS)… a los deudos de sus
muertos, a los lesionados, a los despojados patrimonial y emocionalmente…
a la naturaleza misma agraviada; a las futuras generaciones de sinaloenses y
mexicanos, para que tengan un entorno pacífico y armónico donde vivir.
Quien se tape los ojos, cobarde e hipócritamente, de frente a la realidad que
vive Sinaloa, así sean el gobernador del Estado o el secretario general de
Gobierno, cometen un acto -más que de deshonestidad y cobardía política-
de lesa humanidad.
“Esa es una especie de ceguera moral y crueldad que enfrentan nuestros
gobernantes, que dejan a su suerte a la población afectada”, como dejara
escrito José Saramago en su “Ensayo sobre la Ceguera”.
Ni Rubén Rocha Moya, ni Feliciano Castro, pueden seguir aparentando
hipócrita ‘inocencia’ frente a los hechos: Sinaloa es un “estado de sitio” no
reconocido oficialmente, donde se presentan violaciones masivas y
consuetudinarias a los derechos humanos de la población y donde la
amenaza a sus habitantes no es solo a su integridad y tranquilidad… sino a su
economía, a su patrimonio.
Reparación y reconocimiento inmediato de las víctimas
Se necesita la reparación y el reconocimiento inmediato de las víctimas,
como una forma de dar el primer paso hacia la “distensión social”.
La gente está agraviada; siente que quedó desprotegida tras este período de
guerra intestina -innecesaria y absurda- que vino a trastocar el avance
económico del Estado que, aunque ralentizado en los últimos años, era
tangible.
Sí… así como se lee.
Indemnizar pecuniariamente o en especie, según sea procedente o posible, a
los deudos de cerca de mil seiscientos asesinatos y a las víctimas de cerca de
5 mil 800 vehículos despojados con violencia en esos más de once meses de
violencia inmisericorde que vive ese estado desde hace mucho tiempo, pero,
agudizada sin duda desde aquel fatídico 25 de julio del año pasado.
Y que quede claro… que sea por esta única vez y como una fórmula para
construir la coexistencia pacífica en Sinaloa, que todos aquellos individuos
relacionados y emparentados con los llamados “factores generadores de
violencia”, sean obsequiados con “un perdón cívico”, donde les sean
reconocidos plenamente sus derechos civiles y políticos, a cambio de que
suscriban públicamente un compromiso de permanecer al margen de las
actividades ilícitas propias de la delincuencia organizada, so pena de que, de
lo contrario, sean vinculados a proceso a la menor prueba de ser sospechosos
de ser “narcoterroristas”.
Porque si aquella estrategia exitosa de Colombia, presentada en su guerra de
más de cincuenta años contra las FARC, que culminó en 2016 con un saldo de
cerca de nueve millones de víctimas, existentes a partir del reconocimiento
de 240 mil civiles “sacrificados” en todos esos años (muertos o
desaparecidos), en Sinaloa bien pudiera tomarse como símil la experiencia
colombiana, pero con dimensiones mucho más asequibles para la realidad de
la entidad… mucho menos expansiva, financieramente hablando.
Eso sí, siguiendo los principales puntos de su entelequia operativa, como vía
para la ‘justicia transicional’:
1) Reparación a víctimas y deudos, así como su reconocimiento formal y legal
en todos sus derechos;
2) Establecer la deliberación conducente en un órgano plural y ciudadano;
ajeno a intereses parciales, denominado la ‘Comisión de la Verdad’,
3) Compromisos de los partes legalmente establecidos para la no repetición y
para la construcción de una ‘justicia integral, y…
4) Acudir o solicitar la intervención para el arbitraje del Consejo de Seguridad
de la ONU u otras instancias internacionales como la OEA… y el resto de la
comunidad internacional.
Con tres de los 4 puntos aquí descritos que se observaran en una estrategia
diseñada para Sinaloa, específicamente, estaríamos del otro lado.
Algo parecido, aunque en términos políticos, se presentó durante la
administración del gobernador Mario López Valdez (2010-2015), en el que a
lo largo de su sexenio, para atender la elección federal -primero- de 2012,
donde el PRI y Enrique Peña Nieto ganaron la elección y volvieron al poder,
se estableció desde la secretaría general de Gobierno, con su titular, Gerardo
Vargas Landeros, una llamada “mesa de distensión”, donde el diálogo y el
reconocimiento pleno de todos los actores políticos implicados, con sus
derechos y prerrogativas a salvo.
Esta estrategia propiciaba intercambio de ideas y búsqueda de consensos
entre los diferentes actores políticos y sociales; promovía la participación
ciudadana en la solución de problemas y conflictos al interior de la geografía
sinaloense; y fortalecía en términos generales la gobernabilidad… algo que
les ha faltado no solo a nivel federal… sino a nivel local en cada una de las
entidades donde gobierna Morena.
Y no porque no tengan operadores… ahí está el caso de Gerardo Vargas
Landeros, ahora un damnificado político de Rubén Rocha Moya, pues este le
fincó juicio de desafuero y lo vinculó a proceso por haber resuelto “a como
Dios le dio a entender” un aspecto fundamental para la gobernabilidad de
aquellas tierras, específicamente en el municipio de Ahome, de donde era
alcalde Vargas Landeros, arrendando decenas de patrullas para el servicio de
vigilancia y protección de la ciudadanía.
Si fuera el caso de que -como se ha especulado- Imelda Castro, hoy senadora
morenista por Sinaloa, hiciera mancuerna con la fuerza de Gerardo Vargas
Landeros, el alcalde desaforado de Ahome, la política oriunda del serrano
municipio de Sinaloa tendría en Vargas Landeros a un excelente operador
político a su servicio y… ¡Cuidado!… le será más difícil a la oposición vencer a
ese trabuco llamado “Morena” en 2027.
Vargas Landeros sería operador tanto para lo electoral… como para la tarea
de gobernanza, del cual ya dio muestras, como lo reseñamos líneas atrás, de
estar curtido.
Autor: Héctor Calderón Hallal
@CalderonHallal1;
fixiflaux99@gmail.com;
“Las opiniones vertidas en este artículo, son responsabilidad exclusiva de su
autor; por lo que no necesariamente coinciden con la opinión institucional de
este medio”.

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