VOCES SILENCIADAS, HISTORIAS OLVIDADAS
Jesús Octavio Milán Gil
La libertad de expresión no es solo un derecho, sino el latido del alma que nos recuerda que somos libres para soñar, hablar y transformar nuestro destino.
Desde tiempos inmemoriales, la voz humana ha sido el vehículo más poderoso para expresar nuestro sentir, nuestras ideas, nuestras esperanzas y también nuestras lágrimas. En México, esa voz ha tenido un significado profundo y permanente, enfrentándose a obstáculos, censuras y amenazas, pero siempre emergiendo con fuerza y dignidad. La libertad de expresión, consagrada en los artículos 6 y 7 de la Constitución, no solo es un derecho legal, sino la esencia misma de un pueblo que se niega a ser silenciado.
Una historia de valentía y resistencia.
En 1968, durante el movimiento estudiantil que sacudió a México, millones de jóvenes alzaron sus voces en busca de justicia, libertad y democracia. La masacre en Tlatelolco, ocurrida el 2 de octubre, es un recordatorio trágico de cómo el poder puede intentar silenciar a quienes buscan expresar sus ideas. Sin embargo, esas voces, aunque reprimidas en aquel momento, sembraron semillas de cambio que florecieron en las décadas posteriores. La valentía de aquellos jóvenes, que enfrentaron la censura y la represión, ejemplifica cómo la libertad de expresión es un acto de amor por la verdad y la justicia.
El poder de una sola voz: la historia de Carmen Aristegui.
Otra historia que inspira es la de Carmen Aristegui, una periodista mexicana que, durante años, ha luchado por mantener viva la voz de la verdad en un país donde la corrupción y la violencia muchas veces buscan acallarla. En 2015, fue despedida de Noticias MVS, después de denunciar irregularidades en el gobierno y la corrupción en altos niveles. Pero su voz no fue silenciada; ella misma afirmó: “La libertad de expresión es un derecho fundamental del ser humano, y no hay poder que pueda arrebatárnosla si sabemos defenderla.” Carmen Aristegui personifica cómo la valentía y la responsabilidad en la expresión pueden convertirse en faros de esperanza y justicia.
La historia de Lydia Cacho: una lucha incansable.
Y, para ilustrar aún más la fuerza de la voz de los que luchan contra la injusticia, está la historia de Lydia Cacho, una periodista y activista mexicana que ha dedicado su vida a denunciar la corrupción, la trata de personas y la impunidad. En 2005, Lydia publicó un libro titulado Los Demonios del Edén, en el que exponía una red de pederastia y corrupción vinculada a poderosos en Puebla y Veracruz. Poco después, fue arrestada y amenazada de muerte, y su vida estuvo en peligro. Sin embargo, no se quedó callada. En lugar de retroceder, Lydia continuó su labor, enfrentando amenazas y campañas de difamación, y convirtiéndose en símbolo de la valentía y la resistencia en la lucha por la justicia y la libertad de expresión.
Su historia nos recuerda que la verdadera libertad requiere coraje, perseverancia y compromiso. Lydia Cacho ha demostrado que, aunque el silencio puede parecer una opción fácil, la voz valiente y firme puede desafiar a los opresores y abrir caminos hacia un México más justo. Sus palabras y acciones inspiran a todos a seguir luchando por la verdad, sin importar las amenazas o los obstáculos.
Ciencia y la libertad: una relación vital.
Desde un punto de vista científico, la libertad de expresar ideas y pensamientos es esencial para la salud mental y el bienestar social. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha destacado que la participación activa en el diálogo social y la libre expresión contribuyen a reducir sentimientos de aislamiento y desesperanza. Además, estudios en neurociencia muestran que expresar lo que sentimos y pensamos libera químicos en nuestro cerebro que mejoran nuestro estado de ánimo y fortalecen nuestra identidad.
En sociedades donde la libertad de expresión se respeta, se fomenta la innovación, la creatividad y la resolución de conflictos a través del diálogo. La ciencia confirma que una comunidad que comparte sus ideas con respeto, construye un tejido social más fuerte, más resiliente y más humano.
El riesgo de la censura y la desinformación.
No obstante, la historia también nos advierte sobre los peligros de la censura y la manipulación. En 2013, el caso de la periodista Lydia Cacho, quien enfrentó amenazas y persecución tras denunciar a poderosos en México por redes de trata y corrupción, es un ejemplo claro. A pesar de las amenazas, Lydia nunca se calló, y su ejemplo sirvió para fortalecer la lucha por la libertad de prensa y expresión en el país.
Por otro lado, en la era digital, la propagación de desinformación y discursos de odio complican aún más la protección de este derecho. La ciencia de la comunicación nos enseña que la información puede ser un arma de doble filo: puede unir o dividir, puede construir o destruir. La responsabilidad en el ejercicio de la libertad de expresión es, por tanto, un compromiso ético y social, que requiere conciencia y compromiso.
Una promesa de esperanza.
La libertad de expresión en México, consagrada en la Constitución, es un acto de amor profundo por la vida, por la dignidad y por la justicia. Es la voz de aquellos que, en silencio o en medio del estruendo, luchan por un país donde la voz de todos sea respetada y valorada. Es ese derecho que nos invita a soñar con un México donde la verdad sea siempre la guía y la justicia, el destino.
Porque en cada palabra que decimos, en cada idea que compartimos, late la esperanza de un país más justo y humano.
Reflexión final:
En la esencia misma de la libertad de expresión yace una profunda responsabilidad: la de ser guardianes de la verdad, defensores de la justicia y constructores de un mundo donde cada voz tenga un espacio, donde cada idea tenga un valor, donde cada historia sea escuchada con respeto y empatía. La verdadera libertad no se limita a la simple capacidad de hablar, sino que implica un compromiso ético con la dignidad de los demás y con la búsqueda constante de una sociedad más justa y compasiva.
Porque en la lucha por la libertad de expresión, no solo estamos defendiendo un derecho, sino reafirmando nuestro compromiso con la humanidad, con la justicia y con la esperanza. La historia y la ciencia nos enseñan que, cuando permitimos que nuestras voces se unan en respeto y verdad, estamos sembrando las semillas de un futuro donde todos puedan vivir con dignidad, en paz y en igualdad.
La libertad de expresión es la llama que ilumina nuestro camino hacia un México más humano, más justo y más libre. “El conocimiento no termina aquí, continúa en cada lectura”.
Nos vemos en la siguiente columna.