ÍNDICE POLÍTICO

FRANCISCO RODRÍGUEZ

 

Los tiempos electorales son delicados para cualquier sistema político serio. Inclusive para uno que no lo es tanto como el nuestro.

En la ortodoxia, todos los participantes en el proceso electoral se cuidan de no cometer demasiados atropellos desde el poder, para no perjudicar la buena marcha de su partido que se juega la preeminencia en la arena electoral.

Pero en la heterodoxia en la que navegamos hacia quién sabe dónde, Andrés Manuel López Obrador, el todopoderoso de Palacio Nacional, atropella la legalidad consuetudinariamente en un desesperado intento de inflar las preferencias en favor de su candidata y de todos los que presente su Movimiento. Ese es su Plan C.

Dicta la sensatez que en las cámaras legislativas se produzca un silencio parecido al del interregno, ya que el excesivo protagonismo de los parlamentarios o la aprobación de una iniciativa sospechosa o perjudicial puede ser la pica definitiva en las aspiraciones. ‎

Pero a los legisladores de nuestro Congreso de la Unión, muy en especial a los del rebaño morenista, esa sensatez les vale madres.

En el seno de los cuerpos policíacos y militares reina la tensión. Todos se cuidan de algún tropezón en el exceso, pues cualquier abuso o medida atrabiliaria puede dar la nota que los adversarios políticos necesitan para reprochar procederes autoritarios.

Mas, aquí y ahora, los excesos militares están a la orden del día, no sólo en cuanto a su desproporcionado nivel de letalidad en su supuesta lucha en contra de los criminales, lo mismo en sus exuberancias con tintes de corrupción en las construcciones que AMLO les ha encomendado, lo mismo que en los cargos administrativos en los que han desplazado a los civiles.

En el ámbito de las decisiones políticas deben velarse las armas. ¡Que nadie duerma!, sería la consigna, como la que ordenaba el príncipe desconocido a la bella Turandot –la cruel princesa china que exigía a sus pretendientes que respondieran a tres acertijos si querían casarse con ella; en caso de no lograrlo, morirían– y de su Corte que pretendía indagar su identidad.

La ortodoxia, la sensatez, la prudencia… esto es lo que sucede en otros países.

En México, están ausentes como si fuese un trago realmente amargo para un aparato que se encuentra” en sartenes” por el cúmulo de errores cometido en este tramo sexenal.

Lo más seguro es que no pueda brincar la vara, aunque se encuentre en medio de un páramo sin competidores serios.

 

No habrá “fiesta de la democracia”

‎Es demasiado pesada la acusación social por ineptitud e ignorancia que pende sobre las espaldas de los “gobernantes” como para querer ignorarla y todavía poner obstáculos a sus mejores cuadros en función de “colar” a sus amigos y parientes favoritos. Sólo que intuyan que ya no tiene caso pelear. ‎

Para Morena es más importante “criminalizar” a todos aquellos candidatos internos que no tengan en su ADN alguna huella empática con el aspirante a dictador –el caso Marcelo Ebrard es el prototípico–, que presentarse dignamente a los comicios. Es mejor desaparecer a sus futuros enemigos internos.

Los otros partidos están destrozados por las reyertas internas, por las serias acusaciones de implicación con el narcotráfico y la violencia criminal.

Lo mismo que por la lucha anticipada de la candidatura a “la grande” para no dejar solos a los seguidores de López Obrador, misma que dio por resultado que ningún militante partidista la obtuviera y que sí recayera en un personaje sin partido –aunque siempre se cobijó bajo las siglas del PAN– como Xóchitl Gálvez, a quien encumbró la fuerza de una sociedad agraviada.

Partidos políticos destrozados por la insignificancia de sus ofertas. ‎La gente sabe que no existe oposición. La única que hay es rehén de sospecha de haber sido demasiado colaboracionista con lo más oscuro del régimen morenista.

 

Aquella frase que coronó los comicios en la belle epoque priísta –“las urnas son una alcancía de la democracia”– no se dirá más en México. Hoy las urnas sólo son un mudo testigo de lo que un sociólogo latinoamericano bautizó como “las tres erres”: rabia, revancha y resentimiento de la población contra los mequetrefes que la han ofendido en todos los terrenos.

La jornada electoral, allí donde pueda realizarse el 2 de junio, no podrá ser más la “fiesta de la democracia” vigilada por un “ejército ciudadano celoso de las ‎instituciones republicanas”, como estilaba propalarse antes desde la sede del poder.

Será una jornada donde privarán, repito, la rabia, el rechazo y el resentimiento. Peor aun cuando los ciudadanos estamos siendo bombardeados por millones y millones de “mensajes políticos” que sólo pueden ser posibles en un país de idiotas.

Se provoca, a ciencia y paciencia, el hartazgo ciudadano de una manera involuntaria, como se hace todo en el país desde el arribo de los cuatroteros.

Por todo esto y las pifias cotidianas de los funcionarios, ameritados analistas apuestan a que tendremos una jornada electoral violenta, marcada por la participación de los grupos delincuenciales que actuarán a favor de la candidata de quien los “mima” con abrazos.

Un proceso electoral, en fin, heterodoxo, insensato, imprudente y, por si fuera poco, muy violento.

 

Indicios

Las viejas leyendas urbanas señalaban que, de acuerdo con la métrica de la aseguradora londinense Lloyd, después de la de piloto de Fórmula 1, la carrera de periodista era la más peligrosa del mundo. Pocos son los corredores profesionales de autos; muchos en cambio los periodistas y meros escribidores como yo que poblamos este mundo. Luego entonces… Hoy, empero, hay una actividad que implica todavía más riesgos, particularmente en el territorio mexicano, y esta no es la de ingeniero nuclear en Laguna Verde, ni la de bombero sin uniforme ni equipo porque los gobernantes se roban el dinero, tampoco la de minero abandonado a su suerte por las explotadoras empresas mexicanas y canadienses, ni los dobles de ciertas estrellas de películas de acción. La más peligrosa, por el momento, es la de candidato a un puesto de elección popular. Y es que tan sólo en los últimos días los medios informativos han dado cuenta de atentados y asesinatos de los que fueron víctimas quienes buscan o buscaban el voto popular. Lastimosamente, desde que Luis Donaldo Colosio fue victimado en Tijuana, se inauguró esta etapa negra de nuestra historia reciente: los conflictos entre grupos políticos e incluso criminales –nada de medias tintas– se dirimen con la eliminación del adversario. * * * Y por hoy es todo. Reconozco que haya leído este Índice Político y le deseo, como siempre, ¡buenas gracias y muchos, muchos días!

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