El aspirante a la coordinación  del movimiento de Morena Marcelo Ebrard Casaubón es un hombre moderno. Desde que descubrió su vocación política en la adolescencia, la utilizó como un medio para luchar contra las desigualdades en el mundo.

Como político ha sido visionario y progresista, capaz de actualizar la realidad de México a las necesidades del siglo 21. Testigo y participante activo de la historia reciente de México, afirma que lleva más de 40 años preparándose para ser presidente.

Después de una visita por los campos agrícolas de nuestro estado, concedió una entrevista exclusiva para EL DEBATE.

Marcelo, tú has viajado por todo el mundo. ¿Hay algún lugar donde la gente viva en paz, esté feliz con su entorno y confíe en sus gobernantes?

Difícil saberlo porque no siempre tengo oportunidad de preguntárselos, pero no creo que puedas encontrar un país en donde todo el mundo piense lo mismo. Quizá podrías encontrar una proporción, pero, por ejemplo, si tú vas a un país que no tenga problemas, como Suiza, y les preguntas ¿confías en tu gobierno? El 100 % no te va a decir que sí. Será un porcentaje menor. Entonces no sé si haya un país donde logres tener todo eso con un porcentaje muy elevado de la población. Habrá que investigar.

Hay un índice de felicidad, pero esa es otra pregunta diferente. Decía Rousseau que el fin de los gobiernos es la felicidad de los pueblos. Y esa idea provocó la Revolución francesa. Entonces es una idea peligrosa, esa de la felicidad. ¿Qué te diría yo? Hay una disonancia entre los niveles de satisfacción y las realidades objetivas. Nosotros somos un país que tiene 43 por ciento de la población en pobreza y una serie de problemas que nos inquietan, preocupan y ocupan. Tenemos 184 mil localidades pequeñitas, de 2 mil personas o menos, con muchas carencias. Pero a veces ves países más ricos, que no tienen nada de esos problemas, objetivamente hablando, o que incluso tienen buena seguridad, y la insatisfacción es muy alta. Entonces la correlación entre uno y otro no es automática.

¿Tú cómo eliges tus batallas? ¿Cómo las haces para que los problemas urgentes no se coman a los problemas  importantes?

Yo creo que tienes que tener una disciplina de reflexión todos los días. Tener tu pizarrón y ver qué es lo que tienes que hacer. Las cosas de todos los días sí o sí te van a comer como el 70 por ciento del tiempo. A veces más. Si no te cuidas, te va a comer el 100 por ciento. Entonces tienes que preservar el restante para lograr los fines últimos. Lo primero es preguntarte cuál es el último fin de tu gobierno, qué es lo que quieres hacer. Por ejemplo, yo llegué al gobierno de la ciudad y dije vamos a construir una comunidad progresista. Esa era la idea central.

Entonces cambiamos la movilidad. Pusimos el metrobús y la ecobici. Apoyamos el matrimonio igualitario, la interrupción legal del embarazo, la voluntad anticipada. Me llevé a [Spencer] Tunick a que fotografiara 20 mil desnudos en el Zócalo… Todo eso con la intención de provocar un cambio cultural en la ciudad, que a la postre cambió todo el país. Pasó lo que preveíamos. Ese era un objetivo, si tú quieres, intangible, pero sumamente importante y trascendente.

La seguridad era un tema diario. Que si funcionaban las cámaras, que las patrullas, la fiscalía… Lo otro fue una revolución cultural de décadas. Por ejemplo, el matrimonio igualitario ya es ley en todo el país. Es un cambio cultural mayúsculo. En la Iglesia católica me decían no puedes llamarle matrimonio, te vamos a excomulgar. Y yo dije, bueno, como estoy en el poder y soy católico, que el juicio sea ante el Papa, porque es lo que dice el derecho canónico. Hubiera sido un buen juicio, ¿no? Ya el papa Francisco hizo unas declaraciones interesantes sobre eso. Pero bueno, regresándome a lo que me preguntas, siempre tener claro cuál es el fin más allá que tú quieres lograr, que no pueden ser muchas cosas. Porque si son muchas cosas, quiere decir que no lo tienes claro. Pueden ser dos o tres cosas nada más.

Y en este caso, ¿cuál sería el fin que tú quieres lograr?

Yo quiero lograr que el país sea mayoritariamente de clase media. Y esto viene de una conversación con Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, uno de los políticos más auténticos que he conocido en toda mi vida. Le dije ‘a ver, Pepe, ¿qué es lo más importante que hicieron en Frente Amplio, la unión de izquierdas en Uruguay?’ Me dijo: ‘lo más importante fue que construimos una sociedad de clase media. Entonces sí tenemos gente muy rica, pero son muy poquitos. Y sí tenemos pobreza, pero menos del 7 por ciento o algo así, logramos construir una sociedad de clase media libre y próspera’.

Entonces dije ‘esa es una muy buena síntesis de a dónde queremos llegar’. Una sociedad mayoritariamente de clase media, libre y próspera, me pareció una buena idea.

La semana pasada hiciste unos señalamientos sobre irregularidades en el proceso interno de

Morena para elegir un candidato. ¿Cuál fue la razón detrás de esto? ¿Qué viste tú que quizás los demás no estaban viendo?

Las últimas semanas la gente que tenemos en muchos estados nos han estado informando que ha habido mucha insistencia en que Claudia es la candidata del presidente. Abres la puerta y ahí está. Sacas a tu perrito y te la encuentras. Está bien, es su estrategia de campaña y está en su derecho. Pero lo que no está bien es cuando ves que están involucrados algunos funcionarios que no deberían de hacer eso.

Ahora, tienes dos opciones. Una, no decir nada, pero entonces te vuelves parte de eso, que es el huevo de la serpiente, pues lo que permitamos hoy, mañana se vuelve práctica. La otra, decirle al partido: tú llevas el proceso y me da la impresión de que estas son tus atribuciones.

Me decían que le estaba hablando al presidente. Pero ¿por qué al presidente? El que lleva el procedimiento que estamos siguiendo y con quien firmamos el acuerdo que dice no al derroche es el partido.

Entonces mi petición era para que eso se cumpliera. Y más ahorita porque vamos a entrar a la fase final y la tentación es más grande. Entonces no es una impronta o algo de lo que yo me tenga que arrepentir. Me arrepentiría de lo contrario, de no haber dicho nada. De hacerme el guaje y llevarme la noche. ¿Entonces para qué habríamos luchado tantos años? Es un fair play lo que queremos. Para que el ciudadano elija, eso es todo.

¿Crees que puedes reconciliarte con tus compañeros del partido bajo el nombre de un mismo proyecto, haciendo de lado las controversias recientes?

Bueno, la política también es una lucha que sustituye la violencia. No siempre es estar de acuerdo. Cada tema tiene diferentes puntos de vista. Yo diría que sí puedo reconciliarme con mis compañeros. Somos del mismo movimiento. Y, a nivel nacional, lo más seguro es que la lucha continúe. Lo que tienes que ver es cuáles son los términos de esa lucha y cuáles son sus límites. Por supuesto de una forma no violenta. Hay que respetar a los demás, tratar de persuadir, de no imponer tu voluntad y así sucesivamente.

Has propuesto el pasaporte violeta. ¿Nos puedes platicar un poco más al respecto?

El pasaporte violeta es una propuesta social, similar a los programas de Adultos Mayores y Jóvenes Construyendo el Futuro, para que los siguientes seis años logremos, o nos acerquemos lo más posible, a la igualdad de género. Empieza por un punto sencillo: identificar a todas las mujeres de México, independientemente de su edad y condición social. ¿Cómo es posible que haya niñas menores de 18 años que no tienen identificación oficial?

Lo segundo es pensar en su bienestar. Hay que apoyar a las mujeres, en especial a las que mantienen a su propia familia, que son un tercio del total. Con el pasaporte, todas tendrán acceso a la salud.

Esto incluye salud reproductiva, sexual, mental, nutricional y emocional. Algunas de estas se han dejado a un lado. Por ejemplo, no existe una política a gran escala para ver esto de la salud mental. No en el término tradicional de los enfermos. ¿Te acuerdas que Foucault escribió un libro muy bueno que se llama Historia de la locura? No pienso en eso, sino en cómo organizar la bonhomía emocional de la sociedad. Todo está vinculado al pasaporte violeta para las mujeres.

¿Cuándo fue la última vez que te sentiste como un niño?

Todos los días. Además, tengo un chiquito en la casa que tiene 1 año y medio. Cuando se me olvida él me lo recuerda. Me pone a jugar a Star Wars o lo que tú quieras. Entonces, tienes que estar en eso, que no se te olvide cuando eras niño y que tampoco se te olvide cómo pensabas cuando eras joven. Porque si no terminas anquilosado, aburrido, solemne y acartonado. Hay que estar en contacto con todo eso. Por eso me gusta el TikTok. 

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