DOMINGRILLA

La derrota de Feliciano ante la UAS; Qué hará la Fiscalía con la balacera en el campus?; Alito copia el camino del PRD.

FRANCISCO CHIQUETE

¿Quién asesora al gobernador Rubén Rocha Moya en asuntos legales? El pleito iniciado en el Congreso por la nueva Ley Orgánica de la UAS era una derrota cantada y terminó en eso: en el desistimiento ante los tribunales y una contrareforma que desecha lo que por un año fue la base del proyecto para descuenizar a la universidad.
El propio gobernador impulsó en la Ley Federal de Educación Superior, la disposición que hoy obliga a su equipo a recular en las reformas locales. Rocha, como universitario de trayectoria, se puso de acuerdo con los representantes de la ANUIES y aceptó e incluyó en el dictamen de la Comisión de Educación del Senado (que él presidía) la disposición de que cualquier reforma a las leyes orgánicas de las casas educativas tenía que salir de ellas mismas.
Aquí no. A la hora de armonizar la ley educativa local con la federal, los diputados morenistas encabezados por Feliciano Castro se dieron el lujo de emitir una ley que autoriza al propio Congreso a proceder ignorando aquella disposición.
Ese es el punto que permitió a la administración universitaria obtener un amparo de la justicia federal. El Congreso por su parte, hizo de la necesidad virtud y anunció que dejaba de combatir jurídicamente al amparo y que incluso anularía sus propias reformas, lo cual hizo con más celeridad que un ladrón “agarrado en el cácalo”.
El propio gobernador, que insiste en deslindarse de ese pleito, dijo que ahora la UAS está en libertad de hacer su propia consulta y proponer la forma en que habrá de elegir a sus autoridades, punto central de los cambios impulsados. Si la comunidad universitaria dice que sigan igual, pues que sigan, pero que lo hagan, insistió Rocha.
¿Se rinde el gobernador y desiste de su empeño por liberar a la Universidad Autónoma de Sinaloa del gobierno cuenista? En la práctica no. Tiene todavía la carta de los procesos judiciales, que han impedido cualquier celebración por parte del cuenismo. Por el contrario, todos los rostros visibles de esa facción muestran enojo porque saben que darle cuerpo a una ley a modo les saldría muy caro: dos exrectores, un encargado de rectoría y un hijo de Héctor Melesio Cuén posiblemente encarcelados, marcados con una eventual condena por corrupción. Es un costo que no están dispuestos a pagar.
En el Congreso tampoco están contentos. El fracaso frente a la UAS marcará el paso por la máxima tribuna sinaloense, sin necesidad alguna. Cualquier estudiante de derecho habría previsto el final que se ha presentado, pero Feliciano Castro no fue estudiante de derecho, Obtuvo licenciatura en Ciencia Política en la UAS, y una maestría sobre la misma especialidad en la Universidad de Zacatecas. Lo raro es que incluso esa especialidad no sirvió para advertirle que una lucha contra un grupo que controla a la Universidad tan fuertemente, tendría que darse con una eficaz lucha legal, pero también con una lucha política dentro de la comunidad. En vez de eso, creyeron que bastaba el poder estatal para imponer su voluntad. Tantos años en la grilla no los prepararon para un cabal ejercicio del poder y se dejaron llevar por la soberbia.
Hoy, cuando el retiro de la Ley Feliciano podría haber distendido las cosas, se ve un panorama todavía más enconado, porque la contraparte también está enojada, incapaz de amarrar la reforma a su conveniencia.
La Universidad mientras tanto sigue siendo rehén de un grupo que no admite voces distintas.
¿Y LA FISCALÍA?
A lo largo de este primer trienio del gobierno rochista, la Fiscalía General del Estado ha sido un fracaso tremendo, que no sólo no ha podido aplicar la ley, procurar la justicia, como era su cometido bajo su denominación anterior, sino que ha permanecido impávida ante los hechos de sangre más simbólicos ocurridos en la entidad.
El gobernador Rocha mandó un mensaje importante invitando a su toma de posesión a una representante de las madres buscadoras, con el mensaje de atención a uno de los grandes dramas de nuestro tiempo: el de los desaparecidos. En 2022, Rosario Lilián Rodríguez Barraza, madre buscadora, fue asesinada en el municipio de Elota, y aunque el crimen fue condenado por todos, incluso por la Organización de las Naciones Unidas, la Fiscalía no ha dado el menor resultado.
El cinco de mayo de 2022 fue encontrado el cuerpo del periodista Luis Enrique Ramírez Ramos, asesinado en Culiacán. En diciembre del 2023 se anunció la detención de uno de los dos ejecutores, pero el otro sigue impune y el caso no ha sido totalmente esclarecido.
El 13 de abril de este año, el edificio del diario digital A Discusión, en Culiacán, fue objeto de una balacera intimidatoria. Se trata de una publicación seria, formal, que dentro de su modestia hace un periodismo profesional. Fuera de las imágenes captadas por las videocámaras, no se conoce novedad sobre el tema. La fiscalía no ha tenido nada que ofrecer al respecto.
El viernes pasado, en pleno campus universitario, el jefe de comunicación social de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Arnoldo Valle, fue agredido a balazos. Hubo persecución a bordo de los vehículos involucrados, Valle tuvo que correr a protegerse en unas oficinas y los responsables huyeron.
La rectoría universitaria exigió dar con los delincuentes, pero aprovechó para pedir “que cese el discurso de odio contra los universitarios”. Por su parte el gobernador también exigió que se investigue a fondo, sin descartar ninguna posibilidad, y deslizó la hipótesis de que al parecer hay problemas internos en el grupo.
Este es un caso todavía más apremiante para la Fiscalía, aunque por fortuna no haya habido muertes. La impunidad no sólo pondría en riesgo a la fallida víctima, sino que además dejaría vivas las sospechas de una y de otra parte del conflicto Estado-UAS.
Pero habida cuenta de las experiencias que los sinaloenses hemos vivido ¿cree usted que doña Sara Bruna y su equipo tendrán elementos para llevar esto a buen puerto?
UN MAL CHISTE
La tercera parte del gabinetazo de Claudia Sheinbaum fue francamente decepcionante. Salvo Omar García Harfuch, que polémico y todo, tiene presencia y prestigio, las demás designaciones fueron pobres, muy pobres, pero ninguna tanto como la del próximo secretario de Educación Pública, Mario Delgado, quien evidentemente llega al gabinete como cuota pagada a los duros de su partido, no como parte de un proyecto educativo de altos vuelos.
Es un caso extraño, si lo comparamos con el nivel de los dos primeros anuncios de funcionarios. Sölo gente de alto nivel, con experiencia comprobada, que hace innecesaria aquella premisa de que “debe haber noventa por ciento de lealtad y diez por ciento de experiencia”. Es obvio que se trata de gente identificada con la causa de la 4T, pero que además tienen formación educativa, cultural y humanista que permite esperar mejores resultados.
Por cierto en la mesa de análisis de Noticieros Altavoz, de Grupo Chávez, analizábamos junto con Pablo César Espinoza, conductor, Jorge Luis Téllez y Altagracia González, la posibilidad de que este gabinete sea sólo decorativo, como lo ha sido el de Andrés Manuel López Obrador. Por lo menos en el primero y segundo paquetes hay personajes con tal presencia, que sería un desperdicio y una grosería tener esa pretensión.
Por desgracia el caso de la SEP es verdaderamente doloroso, porque Mario Delgado puede ser el portillo por el que se metan los que han deformado tan severamente al sistema educativo mexicano, de por sí deficiente, corrupto e ineficiente.
Escuchar nombres como los de Juan Ramón de la Fuente, Julio Berdegué Sacristán, David Kersenobich, Jesús Antonio Esteva, y en la tercera ronda cerrar con Mario Delgado, recuerda aquel viejo chiste que se aplicaba a las dictaduras sudamericanas, cuando el general golpista daba a conocer a su gabinete plagado de generales en todas las carteras, hasta llegar a la Secretaría de Cultura, que queda encargada “al cabo J. Barrientos”.
PRI: EN EL CAMINO
DE LOS PERREDISTAS
Después de la derrota electoral del 2012, en el PRD surgió una lucha a muerte entre Andrés Manuel López Obrador y el grupo de Los Chuchos, encabezado por Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Guadalupe Acosta Naranjo. En un momento dado, López Obrador se convenció de que no podría derrotarlos en el plano burocrático-partidista, y se dedicó a organizar su propio partido, donde no hubiese más palabra ni más ley que la suya.
Los Chuchos, engolosinados, se quedaron con las estructuras: consejos, comisiones, comités, en fin, todas las instancias de gobierno interno, mientras López Obrador emprendía el éxodo como el flautista de Hamelin, llevando tras su tonada, a todos los militantes de base, cuadros intermedios y simpatizantes. Los Chuchos se quedaron solos, pese a que de algún modo todavía tenían el gobierno de la Ciudad de México.
Era lógico: AMLO ofrecía posibilidades de triunfar en la lucha por el gobierno, mientras los Chuchos se agandallaban las plurinominales y las candidaturas que creían podían ser exitosas. ¿A quién iba a seguir la raza?
Exactamente eso está haciendo Alejandro Moreno: quedarse con el cascarón, mientras la militancia, cuadros y simpatizantes se van detrás del canto de las sirenas morenistas.
La necedad de este señor, que quiere vivir ocho años más de administrar los restos del priísmo, llevarán al tricolor a la desaparición que le hemos vaticinado desde la derrota del año 2000, pero que no se concretó sino hasta ahora que apareció este campechano ciego y voraz.
Mientras él doblegaba a los cuadros visibles en los estados (Sinaloa fue un caso muy notorio), los gobernadores morenistas se dedicaron a saquear la reserva de cuadros y simpatizantes del tricolor.
Cuando aquí Rubén Rocha Moya se llevó a Jesús Valdez, a Fernando Pucheta, a Feliciano Valle, a Marcos Osuna y muchos otros, el PRI se lanzó contra ellos. Cuando en Morena dieron la espalda a los recién llegados, ya el tricolor había quemado sus naves, no estuvo en condiciones de negociar si no una reincorporación, sí una simpatía que les aliviara el duro camino hacia la elección.
Pucheta, por ejemplo, les representaba la posibilidad de varias decenas de miles de votos, que pudieron haber impactado la lucha por la alcaldía; en Ahome, el activismo de Marcos Osuna pudo poner en riesgo la reelección de Gerardo Vargas Landeros, pero Osuna ya se había ido, y los priístas le patearon la retaguardia, enconando las posiciones. Igual en Guasave.
Pero la línea de Alito era destruir todo lo anterior. El problema es que le va a pasar lo mismo que a AMLO, que destruyó sistemas importantísimos como el de salud y de educación, y luego no supo qué hacer con los trabajos de reconstrucción.
Tengan ustedes por seguro que el PRI se va, se va, se va, como el jonrón. Hasta los restos se va a llevar Alito.

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