Ciudad de México. Reunidas en una casona en Coyoacán, una decena de mujeres relataron la forma en la que han encontrado fuerzas para sobrevivir y seguir adelante, sin renunciar a la exigencia de justicia, tras ser víctimas y sobrevivientes de agresiones que podrían haber acabado con su vida. Otras, contaron los obstáculos por parte de las autoridades judiciales en su petición de castigo para los responsables del feminicidio de sus hijas.

Pese a las lágrimas y voz entrecortada que por momentos inundaba sus relatos, las sobrevivientes y familiares de víctimas alzaron la voz, y de manera contundente ofrecieron apoyo a quienes han vivido casos similares.

En la tercera entrega del reconocimiento Siempre por Ellas, organizado por el Grupo de Acción por los Derechos Humanos y la Justicia Social, se homenajearon a mujeres que han “asumido una batalla contra la impunidad”. El acto fue realizado, también, en memoria de Nadia Muciño Márquez y Lilia Alejandra García.

Acudieron como asistentes víctimas de agresiones. Hubo mujeres con marcas en el rostro que se dejaban ver entre el cubrebocas.

Por su contribución para denunciar este tipo de casos, fueron reconocidas la cantante y compositora Vivir Quintana, autora de “Canción sin Miedo”, convertido en un himno feminista que ha trascendido fronteras, así como la diputada local de la Ciudad de México, Ana Francias López, conocida como Ana Francis Mor, quien además de actriz es activista feminista.

Entre las que recibieron un reconocimiento por su lucha, se encuentra Carmen Sánchez, de 37 años y madre de dos hijas, que sobrevivió a un ataque con ácido en 2014.

“No es una lesión simple, es un tipo de violencia feminicida que no solo afecta al momento del ataque, sino que deja secuelas físicas, psicológicas”, subrayó.

Carmen permaneció ocho meses en el hospital, y pese a varias cirugías y tratamientos, continúan las secuelas así como una batalla legal que no termina. Creó una fundación con el objeto de defender los derechos de las mujeres en situaciones parecidas.

Irinea Buendía, madre de Mariana Lima, asesinada en 2010, detalló las incongruencias en el dictamen en el que se indica que su hija se suicidó en un cuarto de apenas poco más de dos metros, con una cuarta de 60 centímetros, colocada a baja alttura.

Por la estatura de Mariana, era imposible un suicidio, indicó al recordar que el esposo de su hija era policía judicial. Su insistencia llevó el caso a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que dictaminó que en las muertes de mujeres se deben identificar las conductas que causaron el deceso y verificar la presencia o ausencia de motivos o razones de género, pero en su caso no ha llegado la justicia plena.

Tampoco se borra de su memoria la marchas que hizo para pedir justicia, a las que apenas se sumaron diez personas en ocasiones, y recibía insultos de la gente alrededor.

Lidia Florencio fue otra de las mamás que relató el feminicidio de su hija. Recalcó que el caso Diana Velázquez no tuvo la atención de ningún medio de comunicación. “Nos dimos cuenta con indignación que Dianita iba a pasar a ser olvidada”, por eso salió a las calles a tomar espacios públicos para decir que ella fue asesinada.

Ante sus denuncias, encontró que las autoridades estuvieron más del lado de los asesinos que de su hija.

“Ni una asesinada más”, gritaron decenas de asistentes al expresarle su apoyo.

Para Soledad Jarquín, periodista oaxaqueña, el reconocimiento que recibió este lunes generó lágrimas en su mirada al momento que expresó: “A mí me reconocían como periodista, y ahora me reconocen como mamá de una mujer que perdió la vida”.

Su hija, María del Cruz, y quien también buscaba iniciar en la comunicación, fue asesinada junto a una candidata a concejal en Juchitán. El 22 de noviembre del año pasado “se cayó el juicio, se reinició como feminicidio pero sabemos que no tenemos ninguna posibilidad”. Sospecha de quienes son los responsables, pero no cuenta con las pruebas suficientes.

Yuriria Rodríguez Estrada, titular de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), expresó que esta instancia requiere una visión feminista, pero hay resistencias institucionales en su interior.

 

Con información de La Jornada

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