Para muchos analistas los eventos de las últimas semanas representan un punto de inflexión en la evaluación del Presidente y su administración. La intuición indica que habrá algún efecto tarde o temprano en su confianza o aprobación. Sin embargo, mientras no contemos con una medición no podremos saber con certeza la magnitud.

Es frecuente que los cambios de opinión no se den de manera inmediata y tenga que pasar algún tiempo antes de observar un cambio sustancial. De hecho, los escándalos anteriores relacionados con la familia del Presidente, parecen no haber tenido efecto. Sin embargo, ello no implica que el acumulado de los eventos no pueda generar un cambio sustantivo en algún punto o que haya un efecto de erosión.

Tenemos factores tanto a favor como en contra para argumentar porque un evento de esta naturaleza podría tener una consecuencia grave o una consecuencia ligera. Primero observemos los factores que indicarían que la afectación podría ser seria.

A diferencia de escándalos anteriores como la recaudación de fondos –“donaciones”– para Morena o temas como contratos de Pemex otorgados a familiares –la prima del Presidente–, este no es un tema que tenga que ver con gobierno. Tiene que ver con el estilo de vida y la forma en que se goza de los beneficios de ser el hijo del Presidente. Esto ante la opinión pública sin duda representa una ofensa.

Un elemento que puede ser un agravante en este caso es el que se le relacione con otro escándalo parteaguas de la administración anterior: “La Casa Blanca”. Este que fue bajo cualquier parámetro el Waterloo del expresidente Peña Nieto, tiene elementos similares. Si bien es cierto que no estamos hablando de poseer un bien raíz, sino usarlo, rentarlo, para la opinión pública es difícil observar ese matiz. Lo relevante es la percepción de una vida de lujo.

Ahora bien, tenemos factores que funcionan a favor de la credibilidad del Presidente y por lo tanto podrían minimizar el efecto de estos escándalos. Todos ellos relacionados con lo que sostiene su aprobación presidencial.

© Proporcionado por Milenio

A algunos les parecerá irónico, pero una de las áreas mejor evaluadas de esta administración es la lucha contra la corrupción. Una forma de explicar este efecto tiene que ver con la discusión de casos que han sido muy públicos y visibles en el discurso presidencial como el de la “Estafa Maestra”, el caso de Emilio Lozoya, la propuesta de juzgar a expresidentes por su gestión, por poner algunos ejemplos. El discurso de la lucha contra la corrupción es un eje fundamental en la conducción de este gobierno.

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Aún cuando se reconoce como uno de los mayores logros, ello no implica que al evaluar la corrupción a nivel federal no haya una evaluación negativa en general o que haya expectativas de mejora. Ambos diagnósticos no son alentadores y parecen ser muy estables desde hace tiempo, independientemente de los hechos recientes.

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La literatura sobre corrupción indica que en general no hay un efecto sustancial en el electorado mientras la población cuente con beneficios, como son los del crecimiento. Aunque en nuestro país no contemos con este componente, parece compensarse con las ayudas sociales. Es preciso recordar que a nivel individual llegan a 25 por ciento de la población, a nivel hogar a 35 por ciento y a nivel familiar al 45 por ciento. Es decir, casi a la mitad de país si se observa la familia extendida como unidad.

Otra razón por la que el efecto podría ser menor es porque al final quien goza de estos beneficios o de este estilo de vida no es el propio Presidente. Si bien es su familia, en este caso su hijo, lo que más importa al ciudadano es cómo vive el Presidente. En el caso extremo, el Presidente podría tener muchas propiedades en México o fuera del país, pero lo que le interesa a la opinión es como vive él.

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La evidencia que tenemos hasta el momento indica que, en los escándalos registrados anteriormente, como los de los hermanos del Presidente recibiendo dinero, no ha habido un efecto mayor. Una de las razones por las que el efecto pudo haber sido mínimo es que muy poca gente se enteró.

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Es interesante que, aunque la gente reconoce que el Presidente estaba enterado, no juzgan el evento con gravedad. Es probable que tenga que ver con los montos o con la propia logística de la operación. Mientras nos enteramos de corrupción de miles de millones de dólares, los familiares del Presidente reciben recursos en paquetes pequeños. Al final todo es un tema de percepción.

Otro elemento de justificación es que, aunque es gente cercana a él, no es el Presidente quien recibe el dinero. Por lo menos no en las imágenes o en la percepción pública. La opinión pública es compleja. Es difícil saber cómo se va a definir o hacía a qué lado se puede inclinar la balanza. Lo que es posible intuir es que, a partir del escándalo y la reacción presidencial, viene un cambio de juego.

Nota Metodológica

Población objetivo: Personas mayores de 18 años con credencial para votar.

Representatividad: Nacional.

Número de encuestas: 800 entrevistas cara a cara en vivienda.

Cada gráfica contiene las fechas de levantamiento.

Método de muestreo: aleatorio sistemático con probabilidad de selección proporcional al tamaño.

Marco muestral: secciones electorales reportadas por el INE.

Nivel de confianza estadística: 95%.

Margen de error (+/-) 3.5 %.

Diseño de cuestionario, muestra, operativo de campo y análisis: Parametría S.A. de C.V.

Francisco Abundis

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