Ciudad de México. Estados Unidos está preocupado con la silenciosa y fuerte presencia China en América Latina y ha tratado a la región con desprecio. Latinoamérica, liderada por México, le ha perdido el miedo a Washington. Estamos aprendiendo de manera compartida a dejar de bajar la cabeza frente a los poderosos, dijo a La Jornada el ex vicepresidente boliviano Álvaro García Linera.

A continuación, la segunda parte de la entrevista que este diario tuvo con unos de los más relevantes ideólogos de la izquierda continental.

–¿Hay una nueva política en Estados Unidos hacia América Latina? ¿Hay una nueva actitud de América Latina hacia Estados Unidos?

–Sin duda. Estamos viviendo tiempos de un imperio decadente. Estados Unidos sale con la cola bajo el rabo de Afganistán. Dijeron que lo iban a hacer regresar a la Edad de Piedra. Y esos hombres y mujeres derrotaron a los que manejan la guerra desde el espacio. La piedra derrotó al silicio. Es un síntoma de decadencia. ¿Sigue siendo el imperio más poderoso del planeta? Sí. Pero ha perdido fuerza, vigor, capacidad de decidir el destino de la humanidad.

“Hay un imperio ascendente, pero silencioso: China. Va trabajando sus estructuras económicas. No entra al ámbito bélico, pero expande sus rutas comerciales para garantizar abastecimiento y crecimiento. Para buena parte de los países de América Latina, exceptuando México y algunos países centroamericanos, es el principal socio e inversor. Lo mismo se puede decir de Eurasia y África.

“Tienes un imperio fallido: Rusia. Está intentando proteger sus áreas de influencia ante el cerco europeo-norteamericano. Y tienes un geriátrico de imperios melancólicos que es Europa, más preocupados por cuidar a sus gatitos que por mirar el mundo, pero a los que, de rato en rato, les preocupa lo que pase en sus puertas y cómo los grandes están disputándose espacios de influencia.

“América Latina está en los bordes de las grandes disputas planetarias, que toman forma de guerras proteccionistas: 5G, aluminio, mercancías chinas o indias, alimentos, energéticos. O de guerras directas de intervención: Irak, Afganistán, Siria. O de guerras indirectas y por encargo, como Ucrania.

“No sabemos qué nos deparará este reacomodo. Pero si América Latina no actúa como colectivo, como grupo, para protegerse –ya no digamos para intervenir como actor relevante en el mundo–, nos puede ir muy mal.

“Estados Unidos está relativamente preocupado por la región por dos cosas. Primero, por la presencia China, que es silenciosa, pero fuerte, sistemática, contundente y cada vez mas enraizada. No desaparece con un soplo. Y, segundo, por la pérdida de autoridad. Tenía las narrativas en torno al cual el mundo se alineaba. Del norte venían los horizontes compartidos y las ilusiones colectivas. Ahora se ha quedado sin eso.

“¿Cómo enfrenta la presencia de China en América Latina? Diciendo que los chinos son malvados y poniendo 200 millones de dólares para que no haya migración. Es una burla. Si quieren en verdad contraponer su presencia en el continente, necesitan poner 30 mil o 100 mil millones de dólares para desarrollo, agricultura y transición energética durante la siguiente década. Pero salen con 200 millones de dólares. Están preocupados, pero no tanto.

“Sigue el desprecio hacia América Latina. Ven que hay un problema, pero no están entendiéndolo. Han dejado de ser el gran cerebro del mundo. Durante esta cumbre y para enfrentar la presencia China, si hubieran actuado como gran imperio, el tema sería chequera contra chequera.

“China te presta sin condiciones. No te pide que apoyes a la OEA, simplemente, que sus empresas vengan y hagan y gasten. Y pagan. Han otorgado créditos públicos que rondan los 150 mil millones de dólares. Eso no lo tiene Estados Unidos. Hay un menosprecio hacia la región, que les va costar.

“Va a tener una América Latina cada vez más distanciada. En las cumbres anteriores, nunca hubo esta exhibición de protesta frente al gran patrón. Pero ahora –dijo el canciller Ebrard– 20 países protestaron, seis no dijeron nada y dos defendieron a Estados Unidos.

“Hay, de América Latina hacia Estados Unidos, pérdida de miedo y hasta falta de respeto ante el poderoso. Se ha desvanecido la idolatría y sumisión voluntaria de las élites políticas hacia lo norteamericano. Era una especie de cadena mental que te amarraba a mover tu cabeza siempre diciendo sí a lo que decía Estados Unidos. Ahora no lo oyes. Te vas. No vienes. Dices lo que quieres. Los otros nos desprecian y nosotros le hemos perdido el respeto. México ha liderado este divorcio.

Es un mundo muy interesante. No sabemos a dónde vamos a ir. Pero sabemos lo que ya no nos cae bien. Estamos aprendiendo de manera compartida a dejar de bajar la cabeza frente a los poderosos. Esa es la característica de estos tiempos.

–¿Las elecciones de Colombia expresan el fin de la vieja política o son más bien el reformateo de los viejos actores en otras coordenadas?

–Es muy fuerte lo sucedido en Colombia en esas elecciones. Ese país se convirtió en los últimos 30 años en el portaaviones norteamericano enclavado en Latinoamérica. En sentido militar y policiaco, cultural y político. El gobierno colombiano fue el gran aliado de la avanzada norteamericana en Sudamérica. Toda la élite política, económica y cultural que acompañó este proceso de neocolonización continental ha sido derrotada en las elecciones.

“Hay el antecedente del gran levantamiento. Lo que era una torre inexpugnable de acero, de cemento, artillada, ha sido derrotada, desplazada, convertida en humo. Pero lo que viene no está definido. Está en juego si se reconstituye una dignidad social o si los viejos poderes emergen con nuevas caretas.

“Todo proceso verdadero de transformación social siempre está marcado por ello. Los que pierden buscan de mil maneras, a veces con éxito, reciclarse, metamorfosearse, mutar. Cambian trajes, se hacen liposucción y bótox, se vuelven campechanos y alegres, cambian el discurso. Necesitan mutar para preservarse.

“Eso está pasando en Colombia. Hay la posibilidad de que el gran cambio tenga su conclusión necesaria en un nuevo sistema político, en nuevos horizontes de acción colectiva y nuevo protagonismo social o de que se reconstituya el viejo orden de manera modificada.

“Mi corazón está con la transformación por la cual ese pueblo colombiano salió a las calles y votó con tanta hidalguía para cerrar el viejo ciclo del uribismo. De darse esta ruta, sería un logro en el que culminaría de manera exitosa, alegre, festiva, el gran despertar y la búsqueda de cambio social y político demandado por el pueblo colombiano. Solamente una victoria del candidato Petro lograría que triunfe el cambio verdadero de la gente.

“En Colombia podría iniciarse un nuevo momento de las transformaciones progresistas en el continente. Tienen las propuestas más avanzadas del progresismo continental. Por ejemplo, sustitución gradual de combustibles fósiles. Están mirando el siglo XXI para los siguientes 78 años. Va a tener sus dificultades. Nadie puede sustituir tan fácilmente las divisas que llegan por exportar gas y petróleo.

“La segunda cosa es el esfuerzo por articular las demandas del movimiento feminista, con una condición material. Hasta los neoliberales han incorporado al feminismo en su horizonte, reduciéndolo a igualdad de oportunidades. La propuesta de Colombia va más allá. Va a cómo garantizar en la vida cotidiana el empoderamiento de la mujer en términos económicos, materiales y de justicia social.

De triunfar, pudiera servir de modelo expansivo hacia el resto del continente. En ese sentido, sería una Colombia que estaría enseñando al continente un nuevo paso en su agenda de igualdad y justicia social.

–¿Qué piensas de la sentencia contra Jeanine Áñez?

–Es el primer paso, de varios pendientes. Éste es un juicio por los procedimientos en cómo ella entra a la presidencia; no sobre las masacres, las torturas, las ejecuciones extrajudiciales certificadas por la CIDH. Eso va a requerir otro juicio que tienen ella y otros comandantes de las fuerzas armadas involucrados.

Esta sentencia está asentada en el criterio de que Áñez desconoció la Constitución. La Constitución establece que solamente hay un orden de sustitución de mando que va del presidente al vicepresidente, del vicepresidente al presidente del Senado, de éste al presidente de Diputados. Sólo puede ser presidente del Senado o presidente de los Diputados alguien de la fuerza mayoritariamente elegida en la votación. Ella era senadora de una fuerza minoritaria. Violó la Constitución. Éste es un juicio sobre ese tema. Es una sentencia necesaria, pero es el primer paso de otros que deben establecer responsabilidades sobre la muerte de 37 personas, de más de 500 heridas y de más de mil 200 encarceladas ilegalmente.

Con información de La Jornada

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