En las semanas recientes, cientos de noticieros cubrieron la resolución del caso García Luna. Los titulares, no pararon de señalar la culpabilidad del extitular de la Secretaría de Seguridad Pública esto durante el Gobierno de Felipe Calderón, además de la vergonzosa situación de corrupción y complicidad del Estado mexicano con el Crimen Organizado.

Por si fuera poco, los encabezados no escatimaron al celebrar las tareas de acción de nuestro vecino del norte, Estados Unidos, en dicho juicio.  Bautizándolo así, como el salvador para el combate al narcotráfico y la corrupción en México.

El caso de García Luna sirvió una vez más para legitimar las tareas de acción de Estados Unidos y “demostrar” la aparente inoperancia de México. Justificando así la necesidad de seguir combatiendo el narcotráfico, el crimen organizado y ahora también la corrupción, con la dirigencia y alto financiamiento del máximo salvador.

Lo que los medios tendenciosos han olvidado señalar, es que la guerra contra el narcotráfico no fue una invención propiamente de nuestro expresidente Felipe Calderón, sino de nada más y nada menos que nuestro salvador. La guerra contra las drogas, no la inventó Calderón, sino Estados Unidos hace casi un siglo.

El combate a las drogas no es un fenómeno reciente, al menos en México desde 1940 se han realizado tareas de acción, detención, incautación y quema de plantíos. Como tal, la lucha contra las drogas se viene perpetuando desde que Estados Unidos consideró instaurar la era prohibicionista.

La Volstead Act  (EUA) fue un primer ensayo del prohibicionismo. Esta ley prohibió durante 10 años tanto la venta como el consumo de alcohol, situación que generó la apertura de un mercado negro dando pie al surgimiento de organizaciones criminales y en consecuencia el aumento de violencia.

Lejos de reconocer los orígenes del aumento de la violencia, se concentraron en señalar a culpables del aumento criminal. Una situación similar ocurrió con los estupefacientes, pues en los primeros pasos del prohibicionismo las campañas antidrogas se centraron en culpabilizar y estigmatizar a las minorías; afrodescendientes, asiáticos y latinoamericanos.

El problema de las drogas fue abordado desde una aparente preocupación por la salud de cientos de ciudadanos estadounidenses, no obstante, en su necedad de encontrar una explicación, creó un mecanismo para señalar, culpabilizar y criminalizar a toda minoría incómoda para los norteamericanos. El prohibicionismo entre muchas consecuencias creó una especie de panóptico, moldeable y aplicable para distintas épocas con distintos intereses.

Estados Unidos comenzó a tomar la batuta de la cruzada desde las primeras convenciones internacionales antidrogas, esto desde 1909 en Shangai, posteriormente y siendo la pieza clave la convención de La Haya de 1912. Donde varios países, entre ellos México, quedaron obligados a seguir el plan de acción para el combate a las drogas impuesto por el vecino del norte.

Desde entonces, gran parte de la agenda internacional – bilateral entre México y Estados Unidos en materia de drogas está supeditada a las decisiones del país vecino.

Tan solo durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, se puso en marcha un plan de regularización de drogas entre ellas, cocaína, opio y marihuana, que, de acuerdo con distintos autores, dio excelentes resultados en tan solo unos cuantos meses de su aplicación.

Sin embargo, en ese momento Estados Unidos pasaba por movimientos prohibicionistas relevantes, además de enfrentarse a la crisis económica del jueves negro, por lo cual la política implementada en México contradecía tanto las versiones científicas como la propia postura política de aquellos personajes interesados en la prohibición de sustancias. Por lo cual, luego de una presión diplomática argumentando el embargo de medicamentos, México tuvo que ceder y derogar su plan de regularización.[2]

Pero no solo el prohibicionismo tuvo esos grandes momentos. Pues a lo largo de su existencia, el pretexto de las drogas ha sido utilizado para distintos intereses políticos internos e internacionales.

En términos estrictos, la guerra contra las drogas fue declarada oficialmente en 1971 por Richard Nixon, presidente de ese entonces de Norteamérica. Aunque en un primer momento la guerra fue utilizada como mecanismo político para desactivar a las minorías que se oponían al régimen, como por ejemplo la lucha afrodescendiente por sus derechos civiles y el movimiento hippie contra la guerra en Vietnam.

No solo Nixon encontró viabilidad política en el tema de las drogas, pues los gobiernos subsecuentes siguieron utilizando la retórica de la guerra para distintos fines. A partir de la política de Nixon, las medidas para la detección, erradicación, quema de plantíos, incautación y criminalización fueron escalando.

Aun más durante el gobierno de Ronald Reagan, aumentó la histeria ante el abuso de drogas para 1) promover la campaña antidrogas de forma más coercitiva y 2) justificar su intervención en países latinoamericanos, siendo los más golpeados, Colombia, Perú, Bolivia, por mencionar algunos.

En realidad, la histórica lucha contra los estupefacientes se convirtió en un medio de presión diplomática, que ha servido no solo a los grandes puestos del gobierno extranjero, sino de igual manera para las propias oficinas encargadas de detener el uso y abuso de drogas. Desde el zar antidrogas número uno, Harry Anslinger a Richard Nixon, de Reagan a G W. Bush, de Obama a Joe Biden, todos con un uso específico variable.

Ahora bien, la guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón en el 2006, se concentró en militarizar la guerra, desplegar las fuerzas armadas e implementar la Kingpin Strategy, mejor conocida como el descabezamiento de bandas criminales, esto al concebir las organizaciones delictivas como estructuras piramidales.

Las consecuencias de esta estrategia son claramente una guerra mucho más sangrienta, medidas más coercitivas en la incautación de drogas, aumento a la criminalización y estigmatización de usuarios de sustancias ilícitas y la paulatina militarización del Estado mexicano. Esto sin mencionar las afectaciones a los ciudadanos, pues tan solo en 2021 se registraron 350 mil[3] defunciones por la guerra y hasta hace un año, se rebasó la vergonzosa cantidad de poco más de 111 mil personas desaparecidas.[4]

A 17 años de la guerra contra el narcotráfico en México y a casi un siglo del prohibicionismo, la guerra inventada contra las drogas, lejos de resolver y si quiera aun, abordar el tema de los estupefacientes como un problema de salud, solo ha ocasionado que el mercado negro no cese, se diversifique y aumente año con año la violencia ocasionada por solucionar un tema que tiene su propia piedra con la que tropieza, la prohibición.

Para finalizar, sólo un amable recordatorio de la política antidrogas de EUA. En enero de este año, los senadores estadounidenses Dan Crenshaw y Michael Walts, presentaron una iniciativa ante el congreso que consiste en la intervención militar de tropas estadounidenses en territorio mexicano para combatir el narcotráfico.

A pesar de que políticos mexicanos, como Ricardo Monreal, rechazan y ruegan porque no se apruebe dicha iniciativa, si el problema sigue solucionándose por la misma vía de acción, aparentemente no suena tan lejano una intervención grotesca de ese tipo. Ojalá no se lleve a cabo en un futuro escenario.

 

Con información de Julio Astillero

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