El Alazán y el Rosillo

corrieron hace un siglo

Han brincado de la cultura popular a la
lucha de clases y por supuesto, a la política

FRANCISCO CHIQUETE


Hace un siglo, el 19 de marzo de 1923, en el poblado de San Benito se corrió una carrera destinada a ser célebre a pesar de su carácter meramente local. Los caballos que corrieron (no eran grandes ni eran chicos) quedaron plasmados en un corrido que sobrevive hasta estas fechas y que forma parte de la cultura popular sinaloense.
Se reunieron todos los elementos para alcanzar esa trascendencia, sobre todo el acierto de los autores del corrido, que caracterizaron la eterna lucha: el rosillo de los pobres y el alazán de los ricos. Aunque los gustos musicales han variado, Los Llaneros de Guamúchil siguen teniendo mucho éxito, incluso internacional, con la grabación de esta hazaña equina.
Para las generaciones anteriores las versiones más frecuentes fueron las de Pedro Infante y de Luis Pérez Meza, pero también las hay con Chayito Valdez, con Vicente Fernández y más de sesenta intérpretes adicionales.
Pero la narración más fidedigna es escrita, no cantada. Es del historiador sinaloense Antonio Nakayama, quien recogió todos los datos y los dejó consignados en una narración apasionante que incluye el momento en que los jueces dieron el ¡Santiago! (momento del arranque) hasta la controvertida llegada de ambos potros, en un final inesperado, sn olvidar los ánimos y personajes que se reunieron.
El corrido en todas las versiones famosas (excepto la de los Llaneros) dice que el 19 de marzo (“presente lo tengo yo”) el rosillo de la sierra en San Fernando jugó. En realidad la carrera se realizó en San Benito, poblado del municipio de Mocorito. Fue en efecto, una guerra regional en que la gente del llano se enfrentó a la de la sierra.
Los serranos traían a un caballo “chinampo”, es decir criollo, que había resultado ganador en algunas carreras, mientras los del valle cifraban su confianza en el Alazán, un media sangre que había probado su clase y velocidad en muchas competencias. Entre la confianza de estos y el orgullo de aquellos, las apuestas fueron escalando hasta dejar a mucha gente sin su patrimonio.
Los autores de la versión original del corrido, Ángel Jacobo y Jesús Pérez (veinticinco cuartetas), ambos partidarios del Alazán, recogieron el sentir general y enfatizaron en el descontento de los anfitriones cuando se vieron derrotados: “anda vete desgraciado/ vete a robar a tu tierra”.
Ocurrió que el alazán arrancó ganando mucha ventaja, que parecía irresoluble, pero “como a las doscientas varas” se salió de control, derivó hacia la derecha hasta salirse del taste. Su jinete, “el diablo verde”, hizo un gran esfuerzo para meterlo de nuevo y lo logró, pero ya el rosillo llevaba una gran ventaja. A pesar de todo, fue una final cerrada.
Los perdedores, entre ellos la Chona Guzmán (“con su mesa por un lado”), lamentaban el resultado: “a mi lo que más me puede/ veinte reales que he apostado”. En realidad no se llamaba Chona, sino Juana, ni la mesa era suya, son de una tía a la que ayudaba, pero así fue quedando en el imaginario popular.
Como pasa siempre, la derrota no fue justa ni legal. Se empezó a decir que el entrenador del alazán, Eleuterio López, había vendido la carrera y que por eso el jinete (un muchacho de apenas nueve años, como su contrincante), permitió que el caballo se le saliera del taste.
Hasta los años sesenta las canciones programadas en la radio parecían inamovibles, de modo que todo mundo escuchaba las versiones clásicas del corrido. Tan aceptado era, que en 1964 Antonio Aguilar protagonizó una película basada en la pieza musical, ni muy exacta ni muy pretenciosa, pero que también sigue apareciendo en la televisión cada tanto tiempo y prolonga la vida de nuestra historia.
El asunto ha pasado a otros ámbitos, como la política.
El guamuchilense Heriberto Galindo ha sido uno de los promotores de cada cosa que aparece en torno a la famosa carrera, pues además de la vecindad, su familia ha poseído tierras en San Benito,
Pero la mayor presencia en el ámbito político ocurrió en la segunda mitad de los años setenta, cuando Alfonso Genaro Calderón Velarde alcanzó la candidatura a gobernador y la gubernatura de Sinaloa. Hombre de gustos populares, adoptó Los caballos que corrieron como himno de campaña y de su sexenio. A donde iba había una banda o un grupo norteño y hasta un trío que se la interpretaban.
A este reportero le tocó presenciar el arranque de la campaña calderonista en el estadio de béisbol de Los Mochis, donde los organizadores, a medio acto, le dieron una sorpresa al candidato: presentaron en el presídium a una señora rolliza que rebasaba ya la setentena y fue presentada como La Chona Guzmán, testigo de la famosa carrera del 19 de marzo de 1923, 51 años atrás.
Por supuesto que al terminar el sexenio de Calderón, nadie volvió a tocar el corrido, Hacerlo era condenarse al ostracismo político con el nuevo gobernador.
Don Alfonso falleció en buenas condiciones políticas e impactó a la sociedad a pesar de la animadversión del gobierno local. La CTM sinaloense a la que dirigió muchos años, le organizaba homenajes en cada aniversario luctuoso,
Cada año, su viuda María Haydée Barraza llamaba al dirigente Juan Sigfrido Millán Lizárraga para recordarle que se acercaba la fecha, por más que Millán y la CTM tenían ya todo dispuesto. Por supuesto, la recomendación final era que no faltaran Los Caballos que Corrieron, pero de una manera muy especial: en aquel vetusto corrido campirano, bravío y expansivo, los caballos que corrieron tenían que sonar “tristes, Juanito, tristes”.
Un siglo de la legendaria carrera del Alazán y el Rosillo.

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