La calma regresó a Caborca, al menos de manera aparente porque desde 2019 en esta ciudad se vive bajo zozobra. La incursión de vehículos con hombres armados que saquean gasolineras, levantan y asesinan gente, como ocurrió el 16 de febrero pasado, no es algo nuevo.

Ocurrió en junio de 2019 cuando, por primera vez, los habitantes de esta ciudad, la última antes del desierto que divide la frontera con Arizona, tuvieron noticias del asedio de los grupos criminales.

En 2020 hubo seis tiroteos en Caborca. Un año antes ya había señales de alarma, pues la cifra de muertos lo ubicó como uno de los municipios más violentos de Sonora, con 120 asesinatos reportados.

Datos de la Secretaría de Marina ubican a Caborca como una zona estratégica para el tráfico de drogas, armas y personas donde cuatro grupos mantienen la pelea por la plaza.

Por un lado está Rodrigo Páez Quintero (sobrino de Rafael Caro Quintero), en segundo lugar está la escisión de Los Páez, en tercero los hijos del ex líder del cártel de Sinaloa, El Chapo Guzmán, (Iván Archivaldo y Jesús Alfredo), quienes controlan a Los Salazar y Los Cazadores, los dos últimos grupos operan desde la costa de Caborca, en Pitiquito y Altar.

Lo ocurrido la madrugada del 16 de febrero alarmó porque hubo dos muertos y cinco desaparecidos. Román, Eduardo, Sebastián, José Heriberto y Edgar Iván fueron privados de su libertad esa noche pero cuatro días después, todos habían sido encontrados con vida y devueltos con sus familiares.

Representantes del sector económico en Caborca aseguran que la presencia de al menos 200 elementos de diversas corporaciones federales y locales no abonan a la tranquilidad, porque la paz es sólo aparente.

“Cuando sucede un acto de este tipo, al otro día se llena de autoridades y se supone que es para sentirse más tranquilo, pero no la tenemos”, asegura Eliodoro García, presidente de la Asociación de Empresarios de Caborca.

El alcalde morenista, Abraham Mier, admitió horas después de la incursión que la policía municipal se vio rebasada y pidió a la ciudadanía no salir después de las 22:00 horas los dos días posteriores al ataque. Sin embargo, el toque de queda se aplica desde aquel ataque de 2019. La gente se queda en casa y quienes lo resienten son los negocios como taquerías o centros nocturnos que ya no tienen clientela después de esa hora.

“No nos movemos en horas oscuras, ya que se mete el sol y hasta que sale. Esto lo estamos viviendo hace prácticamente dos años”, asegura el representante del sector económico de Caborca.

Además, a pesar de la presencia de Guardia Nacional y los retenes en la carretera que conecta Caborca con Pitiquito, en este lugar donde el presidente Andrés Manuel López Obrador inauguró en julio pasado un cuartel de esa corporación, fue abandonado, este lunes, un cadáver maniatado.

Caborca es el principal exportador de espárrago y uva, además de que es un zona minera, por lo que la economía de la región es prospera pese a la inseguridad. Las extorsiones y el cobro de piso aún no son algo que encienda las alarmas, aunque sí comenzaba a vivirse en 2019.

“No te digo que no tenemos miedo o no lo pensamos, si nos preguntamos qué tanto podemos tardar en que eso realmente se dé como en otros lugares de la República, pues sabemos que hay problemas y decir que (Caborca) es 100 por ciento seguro, yo pienso que no”, asegura Eliodoro García.

Por lo pronto, los rondines de la Guardia Nacional son constantes y la gente camina con aparente normalidad en Caborca, pero la posibilidad de que la noche se convierta nuevamente en una pesadilla es latente y los pobladores saben que una vez que la vigilancia se relaje, las camionetas con hombres armados volverán a aparecer, simplemente porque Caborca está ubicado en una zona de disputa criminal.

 

Con información de Milenio

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