La Tarea Nunca Acaba

#EL INE
NO SE TOCA

Juan Alfonso Mejia 

Corría el año de 1988 cuando “se cayó / se calló” el sistema de votación, de caerse y de callarse. Asistíamos a las elecciones presidenciales más competidas de la historia. El PRI se había divido. Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo impulsaron el Frente Democrático Nacional (FDN), cuestionaron las políticas de la nueva élite política en su partido. Carlos Salinas de Gortari, joven ex secretario de Programación y Presupuesto se presentaba frente a las urnas por primera vez en su vida, contaba apenas con 38 años. Manuel Bartlett, flamante secretario de Gobernación se encargó de “arreglar el sistema informático”, era sencillo pues el gobierno organizaba la elección y contaba los votos. Justo como quiere hacer nuevamente Andrés Manuel López Obrador con su reforma electoral. “

Ganar la autonomía del entonces Instituto Federal Electoral, mejor conocido como INE a partir de 2014, tomó décadas. Era difícil por distintos motivos.

Primero, el PRI siempre controló el sistema de partidos. Es decir, al contar con las mayorías necesarias en el Poder Legislativo podía modificar las reglas electorales a su antojo. Eso le permitió crear partidos “de oposición” leales al régimen autoritario, con honrosas excepciones. El propio PRI se encargaba de generar mecanismos de votación donde les transfería votos a los partidos pequeños, y por obvias razones, “su oposición” era de “mentiritas”, lo mismo que su representación también. Como HOY los tiene MORENA.

Segundo, el secretario de Gobernación presidía la Comisión Federal Electoral (CFE); en ausencia de un árbitro, el propio gobierno se cuidaba a sí mismo. En palabras de mi amigo Milton Rojo, es como si los tomateros buscaran ampáyer para el juego en el estadio Ángel Flores y fueran del lado de la porra guinda y, porque cerraron los ojos al escoger entre cientos de fans, seleccionaron a alguien neutral.

Por cierto, como quiere hacer MORENA y su proyecto de reforma electoral, quienes quieren seleccionar a los consejeros electorales a partir del voto popular. Claro, una vez que modifiquen las reglas electorales a su antojo, de tal forma que beneficien a su partido (como lo hacía el PRI de AMLO en los 70`s) y desde ahí echen a andar las maquinarias electorales a favor de los candidatos a modo. En pocas palabras, el mérito, la experiencia, la técnica y el método sujetos a humores del clamor popular. Es como ir al Dr. y, si está enojado, peligro y lo opera, aunque con una pastilla habría sido suficiente. Pero son los designios del Sr. López.

Tercero, la magia del sistema político mexicano durante los años del autoritarismo consistió en su capacidad de cooptación. Esto es, gobernar con garrote y con zanahoria. Había que tener demasiadas convicciones para querer enfrentar a un régimen que conocías, de antemano, cuál sería el resultado. Nuestras elecciones no eran las de un régimen democrático, sino autoritario, lo que mandaba una doble señal: por un lado, había que enfrentarse al monstruo de manera permanente, con miras a generar una pedagogía electoral; mientras que, por otro lado, se peleaban espacios sumamente reducidos en el tablero local, a manera de un día, lograr contraponer el federalismo opositor con el centralismo presidencialista. Lo cierto era que, la incertidumbre democrática era “nula”, pues ya sabías de antemano quién ganaría. Varios miembros de la oposición, se pasaron del lado del gobierno o jugaron el juego de ser una fachada, una farsa.

Ahora imaginen si es aprobada la reforma electoral que promueve la desaparición del INE, sí la desaparición, donde el sistema electoral queda a modo para el partido mayoritario; en el que el gobierno captura nuevamente al árbitro a través de consejeros que le deben su puesto; con una oposición mermada en su fuerza electoral y donde sólo busca su supervivencia.

Sin duda los párrafos anteriores describen un México sin INE, pero la posible aprobación del proyecto de reforma electoral nos regresa a ese tiempo. Un momento en donde las elecciones eran un adorno. ¿Eso queremos?

La reforma electoral del Ejecutivo Federal y su partido, donde propone elegir a los consejeros y a los magistrados electorales mediante el voto popular, suprimir a los diputados plurinominales, cambiar la fórmula electoral al hacer más proporcional las circunscripciones, acabar con el financiamiento ordinario de los partidos pretende aniquilar al árbitro electoral. Le cambia de nombre, pero en el fondo se apodera de él. Quiere un árbitro a modo.

La reforma que se propone como más democrática y menos costosa, en realidad es la antesala de una regresión autoritaria en todo su esplendor. La democracia cuesta.

Éste no es el México de libertad para el que eduqué a mis hijas. Es a todas luces una amenaza para aquellos quienes formamos a nuestr@s hij@s en los valores de la pluralidad y la diferencia. La democracia tiene muchas limitaciones, pero sigue siendo el mejor mecanismo para dirimir nuestras inconformidades.

El INE funciona, y funciona bien, no solamente porque 7 de cada 10 ciudadanos reconoce su trabajo, sino porque permitió la llegada de las actuales autoridades.

#ElINENoSeToca.

Que así sea.

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