En el firmamento donde los grandes próceres y mártires de esta nación desfilan, no hay quizá figura más leal, íntegra y digna que la de Ricardo Flores Magón.

A cuya historia personal y oficial, le ha sido regateado un honroso sitial de forjador de la conciencia nacional y del concepto justicia social, por quienes fueron los auténticos ganadores de eso que damos en llamar la ‘Revolución Social’ mexicana.

La gran reserva moral de aquel movimiento reivindicador de las causas del pueblo marginado, olvidado, para decirlo con precisión, las enarboló ese misterioso como noble filósofo y periodista mexicano quien, en compañía de su hermano Jesús y haciendo uso de sus muy personales haberes patrimoniales, se dieron a la tarea de consolidar en el apogeo del porfirismo (1880-1900) todo un movimiento en México, en defensa de  los derechos de los trabajadores, de sus horarios, de sus prestaciones, tal y como se ventilaba en el mundo desarrollado (Europa para ser precisos), inspirados en esa importante corriente del pensamiento que a fines del siglo 19 habría cuajado plenamente en el terreno de la discusión pública a lo largo y ancho del planeta: el anarquismo.

El anarquismo se fue consolidando como el principal corrector del Estado moderno.

Fue incluso el mejor refugio discursivo para el combate ideológico de los ‘malos gobiernos’ y las tiranías.

Era la filosofía política y social que invocaba ya a una genuina oposición para abolir el Estado entendido como gobierno, cuando por sus procederes, impusiera a sus gobernados un sistema de autoridad, jerarquía o control social indeseables, innecesario o nocivo.

El movimiento anarquista mexicano, arraigado con fuerza en los cincuenta años anteriores a la revolución mexicana de 1910, fue resultado -hay que decirlo- del  desarrollo de México y de la innegable influencia europea.

Pero de por sí el anarquismo ideológico habría florecido desde el siglo XVIII, a partir de la llamada ‘Edad de la Razón’, preconizada por la ilustración a partir del descubrimiento de la imprenta y por la aparición de la revolución industrial.

El hombre, la humanidad pues, fincó sentimientos y aspiraciones como raza dominante universal, con la misma mezcla con que se colaron los castillos del método y el cálculo. Les confió a la ciencia y a la técnica, la verificación de su propio progreso material… y no se equivocó.

No obstante, tuvo ante sí el anarquismo mexicano, como corriente del pensamiento filosófico positivista y fundada sobre el ‘cientificismo’ decimonónico, grandes obstáculos para su crecimiento o consolidación en nuestro país: habría surgido en la misma época del comunismo y tuvo que convivir incluso con el  estalinismo (estatismo) y hasta con los intereses de la Doctrina Monroe del expansionista vecino que tenemos al norte de la frontera los mexicanos.

Los tres elementos obraron en su detrimento… en su no consolidación como alternativa en México.

Así entonces, los agentes ‘pro-estadounidenses’ en que se conviertieron los pseudorrevolucionarios líderes del ‘Grupo Sonora’ (Obregón y Calles), cumplieron su encomienda al pie de la letra: el primero se encargó de Pancho Villa, el único germen quizá de una revolución auténtica que hubo (y que quedaba vivo en ese momento), fundó la Casa del Obrero Mundial con Amadeo Ferrés, hijo malagradecido de los Flores Magón, propició la desintegración interna del movimiento urbano, así como el fracaso de las revueltas campesinas, tomando el control sobre las organizaciones obreras… y le cerró el paso a José Vasconcelos.

Pero el segundo de los agentes del ‘Grupo Sonora’, de plano no tuvo progenitora y se fue a fondo, deliberadamente, en las exigencias del ‘Cowboy’ expansionista del norte, que planteaba erradicar cualquier idea europea que amenazara los intereses de esa política imperial-capitalista, inserta en ese robo en despoblado que fue durante el siglo 20 el ‘América para los americanos’.

Sí… de ‘bronco’ a ‘bronco’, se puede decir que fue el primero un poco más decente que el segundo.

No solo fue deliberadamente la traición de este último lo que destaca -mandó asesinar a su antecesor en el barrio de San Ángel, hoy Ciudad de México- sino que hizo las maniobras consideradas necesarias para la ‘tropicalización’ del estalinismo en México, a través de un partido único que garantizara durante muchas décadas el predominio de una clase política privilegiada pero compacta, que practicó en el poder sucesiones dinásticas a través de más de siete décadas;  que propició el surgimiento de una ‘burocracia partidista’, con un pensamiento específicamente liberal pero solo asequible a los mandos de dirección a través de ciertos mecanismos de obediencia -inexplicablemente ciega, abyecta- traducidos diplomáticamente a la narativa como de tipo ‘institucional’.

El ‘bronco’ de Guaymas fue más allá que el ‘bronco’ de Huatabampo:

Marginó a los grupos anarquistas en el movimiento obrero a partir de los años treinta; sintetizó y creó una ‘narrativa oficial’ del pasado de la clase obrera por una versión ortodoxa, si no es que francamente estalinista.

Su influencia se siguió dando durante el maximato, lapso en el que la elaboración y promulgación de la Ley Federal del Trabajo en 1931 y la institución de un orden definitivo en el campo laboral, aunque claramente orientado a la práctica de una relación de deliberado beneficio para la clase patronal.

Llama la atención entonces, esa ‘legítima admiración’ por Ricardo Flores Magón de parte del actual presidente Andrés López Obrador y su equipo de colaboradores, trastocados en auténticos ‘anarcos’ del Estado de derecho en nuestro país… más que en honestos anarquistas.

En los últimos días se ventilan en la opinión pública, asuntos de simple interés particular o doméstico, donde los afanes personales o familiares de los servidores públicos, son más importantes que el respeto a la legalidad y al Estado de derecho en sí:

“Puedo entender al fiscal Gertz Manero y cuenta con mi apoyo para el caso… es que le mataron a su hermano porque la esposa era muy mula con él y no le daba la pastilla a tiempo... y pues… eso ya calienta, ya duele, tiene que resolverse (palabras más, palabras menos)…

Mientras, decenas de millares de mexicanos, padeciendo un sistema de justicia que por negligencia, impericia o abuso de poder, privilegia la prisión preventiva en los procesos penales… millares de mexicanos están sumidos en el terrror y la indefensión total en varias regiones del país, donde la ley la impone a contentillo el narcotráfico y la delincuencia organizada, no la Constitución General de la República.

Mientras, miles de espectaculares con recursos de los contribuyentes, alusivos a la consulta del próximo 10 de abril, desafían la legalidad impuesta por la norma electoral, por el simple gusto de retar a la ley y a sus defensores y con el único fin de perpetuarse en el poder.

Mientras, un día un torpe pelotón de la Guardia Nacional, finge localizar para detener y luego dispensarle la orden de aprehensión en Culiacán, al hijo del narcotraficante más buscado del planeta… y otro día, algunos años después, con toda la fuerza y la energía del Estado se detiene ‘El Huevo’, responsable de una minihecatombe creada en Nuevo Laredo, Tamaulipas, donde llegaron a atentar contra las instalaciones del Consulado Geneeral de los EU en esa ciudad y como por arte de magia, se determina ‘deportarlo’ a las pocas horas a Estados Unidos… porque es ‘ciudadano americano’.

Y mientras, la vendetta política a todo lo que da. Ya el caso de Rosario Robles ha sido largamente superado en sus niveles de indignación por la injusticia jurídica… ahora le tocó a Jaime Rodríguez Calderón ‘El Bronco’, ser el pagano en este sistema de justicia ‘anárquica’.

El delito que se le imputa al exmandatario neolonés originalmente es de naturaleza electoral, por lo que no tendría ya en este momento que estar privado de su libertad, pero se anticipa, que se le están buscando ‘tres pies al gato’… y que le van a hallar elementos por delitos de tipo patrimonial… se asegura ya desde las más altas esferas de los gobiernos federal y estatal.

Definitivamente, este gobierno, aunque rinda homenaje a Flores Magón, no tiene el mínimo ingrediente de anarquismo social… aunque se asuma como tal su presidente.

Es por el contrario ‘un movimiento anárquico o anarco’, así como los vándalos que salen a infiltrarse en las manifestaciones cívicas pacíficas, causando destrozos y agresiones, escudándose en la ‘libertad de expresión’ y en su ‘derecho a combatir la injusticia con violencia’.

El anarqusimo siempre sustentó su convocatoria a la rebeldía, a partir del análisis objetivo del incumplimiento de las leyes de un Gobierno para con su población.

Así se ve el gobierno de Morena… como un grupo de porros ‘anarquistas’.

‘La línea que divide lo sublime de lo ridículo, señor presidente, es milimétrica… apenas perceptible”. Hay que saberla reconocer. No lo

olvide.

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Autor: Héctor Calderón Hallal
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